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miércoles, enero 8, 2025
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Mariana Avaca, una valiente mujer villeguense que se inundó de fe y recorrió Sudamérica

El programa GPS supera límites geográficos, obstáculos naturales y vastos océanos. Mediante una comunicación sincera y profunda, los protagonistas logran reencontrarse con la sensación de pertenencia.

Aunque pueden pasar meses, años e incluso décadas alejados de sus hogares, todos ellos comparten un mismo punto de partida: el noroeste de la provincia de Buenos Aires. Es en esta región donde comenzó la travesía de cada uno de los noventa y un personajes que participan en esta historia.

En esta ocasión, la protagonista de un nuevo capítulo se acercó a los estudios de FM Actualidad, para dialogar de forma presencial con Esteban Mutuberría. Mariana Avaca, de 42 años, nos inunda de miles de historias y aventuras en otras tierras. Programa número 91 de la vida de GPS, donde los villeguenses exponen su testimonio con el alma abierta.

Primeros pasos

Mariana nació en Merlo, zona oeste del conurbano bonaerense. Es que sus padres son villeguenses, pero se radicaron en el área metropolitana por trabajo. Allí nació Mariana.

Sin embargo, la vida de la protagonista cambió en 1995 cuando, junto a sus padres, regresó a General Villegas, cuando tenía 12 años. «Me siento villeguense. Mi referencia es General Villegas», dijo. En el 2000 egresó del colegio secundario El Nacional y se fue a vivir al Gran Buenos Aires.

«Mientras transcurría el secundario, siempre tenía intenciones de irme. Mis ahorros para Bariloche fueron destinados a agarrar la mochila e irme», explicó. El destino fue la casa de su hermana, que vivía en Luján, aunque fue alternando entre Provincia y Capital Federal.

El deseo de emigrar

Las ganas de partir hacia el exterior siempre estuvieron en agenda, y lo hizo por primera vez a Arica, en el norte de Chile. «En ese momento, dejé el trabajo que tenía acá por hacer una formación en una organización misionera, de voluntaria. No sabía cómo iba a hacer. Yo pertenecía a una Iglesia Cristiana de Fe en General Villegas. En base a eso, tomé la decisión de emigrar. Y se dio una posibilidad de beca a Chile», sostuvo.

Arica es una ciudad ubicada en el extremo norte de Chile, en la región de Arica y Parinacota, cerca de la frontera con Perú. Conocida como la «Ciudad de la Eterna Primavera» debido a su clima cálido y soleado durante todo el año, se caracteriza por su belleza natural, que incluye playas, cerros y desiertos.

Es también un importante puerto y centro comercial, lo que la convierte en un punto estratégico para el comercio entre Chile y el resto de Sudamérica. La ciudad también es famosa por sus festivales, gastronomía y actividades al aire libre, como el surf y el senderismo. En resumen, Arica es una ciudad vibrante que combina historia, cultura y naturaleza, haciendo de ella un destino atractivo tanto para turistas como para residentes.

«Es una ciudad grande. No es tan conocida. Viajé en bus, se hizo largo. Cruzamos el desierto de Atacama. Es un lugar cálido. Fue una linda experiencia», manifestó, reconociendo que creyó que sería fundamentalmente teórica, pero se extendió hasta llegar a los trece años. La dinámica era hacer viajes misioneros y, de allí, se fue a Perú.

Sobre la recepción que tuvo en Chile, mencionó que «en principio, encontré un lugar maravilloso. Conocí mucho al interior. Cuando estaba allá, se produjo el terremoto de enero de 2010. Estábamos en Perú y nos enviaron al epicentro de la catástrofe. Tuve la posibilidad de conocer al interior en una situación extrema. La experiencia fue increíble. La gente del centro es más cerrada y en el interior había más hospitalidad, eran más generosos. Cada región tiene una atmósfera diferente. Vi gente humilde e introvertida a las que cuesta llegar. Son personas educadas y respetuosas. Lleva un tiempo conocerlas y forjar vínculos. Mi esposo es chileno».

Un sistema frenético de vida

El primer destino fue el norte chileno, después pasó por tierras peruanas, vivió en Montevideo, Uruguay, y también se radicó en Brasil. Todo lo hizo dentro de una organización internacional, que tiene una universidad y está en más de 270 países. Es una entidad americana, conocida por Jucum. La universidad brinda la chance de hacer una formación desde lo teológico, para asistir a personas de riesgo y vulnerabilidad.

«Gracias a nosotros, hoy hay gente que tiene una vida. Hemos transformado muchos hogares. Dios es real en la vida de las personas. El evangelio tiene que ser práctico, sino estamos hablando de palabras vacías. Estaríamos haciendo ruido, pero sin hacer nada. El hecho de ver vidas cambiadas, es suficiente. Hoy, veo un futuro. Antes de eso, creía que el camino misionero era la única solución», resaltó.

En el primer año en esta organización voluntaria, debió acoplarse para ver las tareas que se realizaban. Era una actividad autosustentable, donde cada persona que se incorpora a la organización necesita gestionar sus propios recursos para ser parte. Estuvo seis meses estudiando y, en simultáneo, asistiendo a la comunidad de Arica. El viaje práctico de esa formación fue a Arequipa, de Perú.

«El corazón misionero es diferente al resto. Es un corazón abnegado, cien por ciento, y dispuesto a adaptarse a todo. A medida que uno va caminando en el trayecto, va construyendo la filosofía de verdad que sustenta este trabajo. Hay gente que no lo entiende. ¿Cómo vas a dejar todo en beneficio de otro? La experiencia en el terremoto me hizo reflexionar en muchas cosas. Ahí entendí y decidí dedicarme a esto para siempre. Hoy en día, me costó volver. No me gusta la doctrina de la religión», contó.

Idas y vueltas

En Uruguay, vivió en Montevideo, un lugar muy parecido a Argentina, y también en Rivera, donde todo es diferente, debido a que comparte límite con Brasil: «Conocí la cultura brasileña en Uruguay. Era interesante. Nunca había viajado a Brasil, hasta que me instalé allá durante ocho años. Me gustó esa experiencia. Pude conocer mucha gente».

El primer destino fue el sur del país, en un estado llamado Do Paraná. En el medio, retornó a Uruguay, pero luego se mudó definitivamente a una ciudad denominada Pernambuco, de suelo carioca, en Recife. Estuvo un tiempo ahí, pero se trasladó permanentemente por todo el territorio.

Recife es la capital del Estado de Pernambuco, en el noreste de Brasil. Conocida como la «Venecia de Brasil» debido a sus numerosos canales y puentes, la ciudad se caracteriza por su rica historia colonial, arquitectura impresionante y vibrante cultura. Fue un importante puerto durante la época colonial y ha sido un centro de comercio y cultura en la región. La ciudad alberga diversos festivales, como el famoso Carnaval, y es un punto focal de la música y la danza. Además, cuenta con hermosas playas, y una vida nocturna animada.

«La alegría es brasileña, absolutamente. A pesar de que somos diferentes a ellos, tenemos una identidad muy fuerte. Brasileños y argentinos son la llama viva del continente. Por alguna razón, somos conocidos. Somos dos países muy fuertes, y la cultura está presente. El idioma se aprende muy rápido. Tengo esa facilidad, sobre todo porque soy social», definió Mariana al país vecino, comparándolo con la cultura argentina.

«Fue increíble, a pesar del trabajo que yo estaba realizando, que tiene que ver con estar en zonas de cierta vulnerabilidad, que existen en demasía. Brasil tiene mucha pobreza. No es todo lo que vemos en una agencia de turismo. En Río de Janeiro, conocí las playas y las favelas. De un extremo al otro. Es un país hermoso, hasta viviría ahí. La gente te recibe de otra manera, hay poco prejuicio, en función a lo que nosotros hacemos. Pude conocer el sur, nordeste y centro. En el mismo país, habitan las diferentes culturas», manifestó.

Pero en un momento de su vida, Mariana decidió frenar con esta trayectoria, cuando recibió una invitación a una comunidad de Sudáfrica. «Desde Brasil, convocaron a tres misioneras. Una argentina, una chilena y una brasileña. La idea fue establecer un lugar de adicciones en Sudáfrica. Y me vine para Argentina a hacer la visa, buscando ayuda. No llegué con los recursos a vivir esta experiencia. Estaba para cruzar el charco. Sabía que si lo hacía, no volvía nunca más. A mi esposo lo conocí en Brasil, en ese camino», declaró.

A Mariana aún le quedaba culminar con seis meses de formación en la universidad misionera en la que inició, por lo que debió regresar al sur de Chile, donde vivió los últimos meses previos al inicio de la pandemia. Allí pudo terminar la formación teológica. En época de COVID-19, retornó a Argentina y, en enero de 2021, se casó con Pedro, su esposo actual. Antes de ello, mantenían una relación a distancia. La última gran decisión de su vida fue regresar al país, en marzo de este año, para instalarse nuevamente en General Villegas. También nació su primera hija, llamada Samaria.

Proceso de adaptación

Mariana habitó dos países vecinos de Argentina, pero que mantienen una notoria rivalidad como Chile y Brasil. Al respecto, mencionó: «Se percibe la rivalidad con Chile. Te hacen notar que no somos bienvenidos. Hay antipatía. Se hace tenso, especialmente para mujeres. Creo que mi esposo chileno también ha recibido cierto rechazo del argentino. Es recíproco. Con Brasil, el calor de la discusión es exclusivo por el fútbol. Nada más que eso. Se convive mucho mejor con esa rivalidad».

La protagonista contó que su esposo se adaptó rápidamente a General Villegas y la cultura argentina. «Come asados y toma mate, algo que en Chile no hacen. Allá, todos los que toman mate son de la clase alta. Conseguir yerba, es caro. Pero a él le encanta», explicó.

Planes para el futuro

En principio, Mariana dijo que se siente muy cómoda, junto a su esposo, en nuestra ciudad. Enfatiza en el hoy y la vida de su pequeña hija. «Estamos anclados durante un buen tiempo acá. Hoy en día, nos encontramos abocados a los primeros meses de Samaria», dijo.

Sin embargo, expresó que dentro de algunos años le gustaría volver a las misiones y viajar de país en país por el mundo. «Si Dios y la vida me lo permiten, mi deseo es hacer viajes más cortos. Hoy, tengo una familia. A tiempo completo no se puede. Vivo esto en la actualidad, pero en el futuro, proyecto seguir viajando. Tengo invitaciones en Estados Unidos y distintas regiones europeas. Para eso, necesitamos una proyección más grande. Es desafiante. El deseo está», indicó.

Conclusión

La vida de Mariana ha sido un ejemplo de dedicación, fe y compromiso con el bienestar de los demás. Desde temprana edad, sintió un llamado profundo hacia su religión, un impulso que la llevó a dedicarse a ayudar a quienes más lo necesitan, sin importar las fronteras geográficas.

A lo largo de su vida, ha recorrido diversos puntos de Sudamérica, como Chile, Brasil y Uruguay. En cada uno de estos países, su objetivo ha sido el mismo: estar bien delante de Dios y brindar apoyo a las personas en situación de vulnerabilidad. Su fe, inquebrantable y profunda, ha sido su guía en cada una de estas travesías, permitiéndole enfrentar desafíos y adversidades con una sonrisa y un corazón abierto.

Hoy, más que nunca, es necesario inspirarnos en su ejemplo. Mariana Avaca nos recuerda que la verdadera felicidad radica en dar y en servir a los demás. Ojalá que su legado perdure y que más personas sigan su camino, buscando siempre el bienestar de los que le rodean y trabajando por un mundo más justo y solidario. Su vida es, sin duda, una lección que merece ser compartida y celebrada. Y la escuchaste en GPS.