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miércoles, abril 23, 2025
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Fernando Gazzaniga: el actor que juega desde el alma, con raíces en Villegas y alas en Nueva York

En el episodio número 103 de GPS Villegas por el Mundo, la brújula nos llevó a un rincón vibrante y siempre despierto: Manhattan, en la ciudad de Nueva York. Allí, entre luces, teatros y el ritmo frenético de la urbe, nos encontramos con Fernando Gazzaniga. Actor, modelo, productor y director, un artista completo cuya vida y carrera están marcadas por un incesante deseo de jugar con el alma en el escenario. Aunque no nació en General Villegas, desde hace años su familia eligió esta ciudad como hogar, y él mismo admite que en cada regreso se siente más villeguense. «Villegas es parte de mis últimos 20 años», nos dijo con una sonrisa. «Navidades, visitas, escapadas… siempre estoy ahí».

Nacido en Sansinena, un pequeño pueblo en la provincia de Buenos Aires, Fernando creció rodeado por el campo, la leña y una imaginación desbordante. Desde niño, se sintió atraído por el arte y el escenario. «Me subía a una montaña de leña y jugaba con los perros a que era un estudio de televisión», recordó. Con esos juegos, comenzó a forjarse un destino que lo llevaría a Buenos Aires y luego al mundo. Pero su vocación por el arte no fue algo impuesto, ni heredado de su familia. Al contrario, fue una inquietud casi innata. «Vengo de una zona agrícola ganadera. Mi destino natural hubiese sido trabajar en el campo o algo relacionado, pero algo me empujaba a buscar otra cosa», explicó.

Una vocación temprana

A los pocos años de llegar a Buenos Aires, Fernando comenzó su formación teatral. La reconocida Alicia Bruzzo y la Escuela de Comedias Musicales de Julio Bocca fueron sus primeros pasos en la disciplina. «Era lunes a viernes, todo el día: clases de canto, danza, actuación», recordó. Pero fue en una audición con Pepito Cibrián, uno de los grandes nombres del teatro musical argentino, cuando su carrera dio un giro decisivo. Primero entró a su escuela, luego a su compañía, y en poco tiempo tuvo que tomar una decisión: ¿seguir su camino en la universidad o irse de gira con Calígula? Optó por el teatro. «Dije ‘paro unos meses la facu’… y no volví más», confesó.

Desde entonces, el teatro se convirtió en su pasión y su destino. «La clase de teatro fue el lugar más democrático que conocí. Estábamos todos: jubilados, jóvenes, gente del campo, de la ciudad, ricos y pobres. Nos unía la pasión por actuar», explicó Fernando. Hoy, con 45 años y más de dos décadas de trayectoria, sigue jugando en los escenarios de todo el mundo, desde Buenos Aires hasta Nueva York, siempre buscando nuevas formas de expresarse. «Hoy, que me sigan pagando por jugar, como cuando jugaba en la montaña de leña, es un privilegio», añadió con una sonrisa.

Raíces en el campo y alas en la ciudad

El arte le permitió salir del pequeño pueblo de Sansinena, pero su conexión con sus raíces siempre ha estado presente. «Mis padres están en Villegas, y aunque Sansinena es el pueblo donde crecí, Villegas es mi casa. Siempre vuelvo. Es un cable a tierra», dijo. La familia de Fernando ha sido clave en su recorrido. Siempre estuvieron allí, apoyándolo, desde sus primeras obras en sótanos hasta los estrenos en grandes teatros. «No todos los artistas tienen esa suerte. Muchos deben luchar también con la mirada de su entorno. Yo no. En mi casa siempre creyeron en mí», comentó con gratitud.

El vínculo con su familia y sus orígenes sigue siendo una parte esencial de su identidad. Aunque ahora vive en Nueva York, el regreso a su lugar natal lo recarga. «Villegas es parte de mis últimos 20 años. Siempre que puedo, estoy ahí. A veces solo para desconectar. Y me recarga».

El arte como elección de vida

Fernando no se deja deslumbrar por el brillo superficial de la fama. Su trabajo lo elige todos los días, no porque no sepa hacer otra cosa, sino porque este arte lo mueve de una forma profunda y auténtica. «Este trabajo tiene altibajos, pero yo lo elijo todos los días. No podría hacer otra cosa. No porque no sepa, sino porque esto me mueve de verdad», confesó. Desde joven, le fascinaba el poder del arte para contar historias. «Me parecía fascinante contar cosas a través de un personaje. Cuando empecé a estudiar en serio, a entender cómo se construye un personaje, supe que eso era lo mío», recordó.

A lo largo de su carrera, Fernando ha tocado distintas puertas y explorado diversos ámbitos del arte. De Buenos Aires a Lima, luego Bogotá y, finalmente, Nueva York, su camino ha sido un constante descubrimiento. Fue en Lima donde, casi por casualidad, el modelaje apareció en su vida. «Nunca me propuse ser modelo. Tenía fotos en agencias, pero mi objetivo era ser actor», dijo. En Perú, donde encontró un mercado más pequeño y accesible, empezó a trabajar en comerciales, lo que le abrió otras puertas. «Fue allí donde me di cuenta de que, aunque el modelaje no era mi meta principal, se podía complementar con lo que yo realmente quería hacer», explicó.

El valor de la disciplina y el aprendizaje constante

El modelaje le permitió ganar estabilidad y conocer otros aspectos de la industria audiovisual, pero para Fernando lo más importante siempre fue la disciplina y el profesionalismo. La formación con Pepe Cibrián marcó su vida. «Él nos enseñó que esto no era un pasatiempo, que había que trabajar con seriedad», dijo. En su paso por Lima y luego Bogotá, donde vivió varias experiencias de crecimiento, la disciplina fue siempre la constante. «Me encantaba trabajar con argentinos porque son responsables y disciplinados», le dijo alguna vez una productora peruana.

El salto a Colombia fue otro desafío que Fernando aceptó con valentía. En Bogotá, donde llegó a trabajar en telenovelas de Telemundo, la industria de la moda y el modelaje lo llevó a recorrer distintas ciudades de Latinoamérica. Sin embargo, siempre volvió a su verdadera pasión: el teatro. «El modelaje fue una vía de acceso a mi verdadero deseo: actuar. Las herramientas actorales eran valiosas, incluso frente a una cámara de fotos. Posar también es interpretar», comentó.

Proyección internacional y la búsqueda del equilibrio

En 2009, Fernando se consolidó como uno de los modelos más influyentes de Colombia. El país vivía un auge en la producción audiovisual, y él aprovechó esa oportunidad para dar un salto internacional. «Medellín y Cali concentraban la industria textil, y en ellas estaban las semanas de la moda, las producciones gráficas, los catálogos», explicó. A lo largo de este camino, también entendió que la vida de un artista está llena de incertidumbres. «A veces se toca el éxito y al día siguiente el teléfono deja de sonar. Volver a empezar es parte del camino. Y hay que estar preparado», reflexionó.

La pandemia fue otro de los grandes retos en su carrera. Mientras en Argentina ya se reanudaban las funciones con aforo limitado, en Estados Unidos Broadway tardó casi dos años en reactivarse. «Fue muy duro para quienes no teníamos una base económica sólida», recordó. Para muchos, la inestabilidad de la profesión se hizo más evidente que nunca, pero Fernando continuó preparándose. «Para mí, la preparación nunca termina», dijo, y ese es el principio que lo ha guiado a lo largo de su carrera.

Nueva York: el desafío y la oportunidad

El salto a Nueva York fue el último gran paso en su carrera. Decidió mudarse, a pesar de que al principio no podría trabajar de inmediato. «Iba a venir con un visado que me permitía hacer de todo menos trabajar», recordó. Aun así, aceptó el desafío con la mentalidad de un aprendiz. En la ciudad que nunca duerme, Fernando continuó su formación, tomando clases de teatro, canto y hasta edición de cine. «Los actores que no nos preparamos nos vamos oxidando», comentó con convicción.

La ciudad le permitió integrarse al dinámico circuito Off-Broadway, donde la flexibilidad y el aprendizaje constante son esenciales. En esa red intermedia, entre los grandes teatros de Broadway y las propuestas más alternativas, Fernando pudo desplegar todo su potencial. «Hacemos teatro en inglés, en español, bilingüe. Desde obras infantiles hasta clásicos del Siglo de Oro español», explicó. Uno de sus proyectos más ambiciosos fue La monja alférez, una obra que, a pesar de estar escrita en el siglo XVI, interpela al público moderno con su potente mensaje.

El arte como puente entre culturas

El teatro, según Fernando, tiene el poder de traspasar fronteras y hablar múltiples idiomas. «Muchas veces no necesitas estar en una escuela de teatro para entender que el teatro está ahí, caminando por la calle», dijo. En Nueva York, donde se hablan más de 400 idiomas y el metro parece un teatro ambulante, esas palabras adquieren un sentido profundo. Para Fernando, el arte sigue siendo un puente que une a las personas, independientemente de su origen o idioma. «El teatro nunca pasa de moda, y siempre tiene algo que decir», concluyó con una mirada serena, consciente de que su camino recién comienza.

Con sus raíces en Villegas, su alma en el escenario y sus alas extendidas por el mundo, Fernando Gazzaniga sigue demostrando que el verdadero éxito está en la pasión, la perseverancia y la capacidad de reinventarse constantemente.