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viernes, mayo 16, 2025
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Comer, rezar, amar, en versión villeguense / Por Florencia Bron*

Dos amigas, un camino espiritual y un viaje a la India: «Vamos a volver», afirman

Come, Reza, Ama, es un libro que habla de la libertad como poder de elección, habla de no conformarse con lo ya establecido, de buscar más allá, de encontrarse y aceptarse a uno mismo. La obra se transformó también en un film. Cuando le preguntamos a Valeria Ranalli y Alejandra González si conocían «Comer, rezar, amar», ambas exclamaron: «Sí! De eso se trata».

De eso se trató el viaje que ambas emprendieron a India, buscando más allá, en un viaje que en realidad habían comenzado juntas mucho antes, buscando encontrarse a ellas mismas y aceptarse, sin conformarse con lo establecido.

Parece un juego de palabras, pero no lo es. La mente, la mirada en esta historia, también deben ir más allá. Introspección, luces, sombras, aceptación, paz aún en medio del caos… una búsqueda muy personal, un camino de evolución, con procesos y tiempos diferentes para cada persona. Algunas -cada vez más- forman parte de esta búsqueda que les permita otro vivir, otro sentir… Otros se resisten a «despertar».

Sea el que sea el lado del que estés, te invitamos a conocer la India espiritual y la que ven los ojos del turista, algo más simple para aquellos que sólo viajan por el placer de conocer otros lugares en el mundo. Los dos puntos de vista están en esta historia de dos amigas y profesionales que compartieron esta experiencia y que días después, aún con las emociones a flor de piel, afirman que van a volver.

Ambas tienen familias. Esposos e hijos que las apoyan incondicionalmente y que entendieron la necesidad en ellas de hacer este viaje. Valeria es Trabajadora Social; Alejandra Terapista Ocupacional. Compartieron la experiencia con otras mujeres, varias de ellas profesionales de distintos lugares del mundo. Eran en total 36, de España, Australia, Chile, México, Colombia y Argentina. Valeria y Alejandra eran las villeguenses del grupo.

¿Cómo surgió la posibilidad de viajar a India?

Valeria: Yo tenía definido ir a India hace mucho tiempo. De hecho, cuando me quedé sin trabajo, lo primero que pensé fue: ‘se me baja el viaje a India’. Desde el trabajo social la Madre Teresa de Calcuta es para mí un referente. Siempre pensé en que me hubiera gustado ir a Calcuta para ver su servicio, toda su organización. Sabía que este viaje no era eso, que no iba a poder estar ahí, pero quería hacerlo. En un principio iba a ir sola, porque Alejandra no podía.

Alejandra: El viaje estaba programado para octubre de 2024, yo tenía el egreso de mi hijo y era un año con muchas cuestiones a nivel familiar, entonces directamente dije que no, no iba a poder hacerlo. Había puesto en mi cuadernito que decretaba ir a India en 2025. Finalmente no se hizo el año pasado y se cambió la fecha para febrero de este año, pero en ese mes se operaba mi hijo. Entonces volví a decir que no. Felipe era la prioridad. India me atraía tremendamente y quería descubrir qué era lo que me atraía. Después Felipe en lugar de febrero se operaba en marzo, pero el viaje ya estaba cerrado. En todo ese ir y venir, mi marido (Miguel) se contacta con Valeria, aunque ya no quedaba ningún lugar disponible.

Valeria: Empezamos a hablar con Fruni, organizadora del viaje («su nombre de pila es María Celina, pero nadie la conocer así»), pidiéndole por favor un lugar, que Alejandra tenía que ir. Y terminamos yendo juntas. Fue maravilloso, porque si bien cuando yo volviera de India podía hablar con todas, sabía que la única que me iba a entender era ella, que es con quien estamos en este camino espiritual. El resto de las amigas puede entender, pero tal vez no lo comprenden demasiado.

¿Qué incluye ese camino espiritual que derivó en India?

Valeria: Empezamos a seguir a Frunni y ella nos empezó a incluir en este camino. Ama India, entonces la conocíamos por sus ojos. Nos tocó el corazón, no sé cómo explicarte, porque podría haber elegido otro destino; sin embargo sabía que quería ir a India, había algo que me llamaba hacia ese lugar.

Alejandra: En mi caso, hacía mucho tiempo que venía en distintas búsquedas, haciendo cosas diferentes, como cubriendo huecos que por ahí uno tiene, tratando de entender un poco más de la vida, sentir, comprender por qué acciono de tal forma, por qué pasaron determinadas cosas. En este camino hice constelaciones, registros akáshicos, biodecodificación… distintas cosas; y desde que empecé yoga de la mano de Frunni, comencé a unir piezas de mi vida, a entender, a sentir, a sanar cosas del pasado, a evolucionar un montón desde ahí. India me atraía particularmente, era como un imán, no sabía qué iba a descubrir, era una atracción que no sabía explicar. Y fui a conocer qué era lo que me atrapaba tanto.

Recién llegadas a India, en Delhi

Un viaje compartido por las dos, dentro de un grupo de 36 personas de distintas nacionalidades.

Valeria: Sí, éramos 36 personas de distintos países, España, Chile, México, Australia, Colombia y Argentina, todas en este camino de la espiritualidad, entonces el viaje fue súper rico, gratificante, porque ninguna fue con otro objetivo. Todas fuimos buscando lo mismo, respetando nuestros espacios. Si bien hicimos el viaje juntas, cada una lo vivió de una manera particular, respetando los silencios que se necesitaran, porque pasás de la risa al llanto en un pestañear. Estábamos juntas y compartimos un montón de cosas, pero cada una vivió su viaje de la forma que tenía que vivirlo.

Alejandra: Fue un viaje a India, y también lo fue para el interior de cada una. Lo que hicimos allá fue muy profundo. Todo este camino espiritual te lleva a mirarte hacia adentro, es un viaje de introspección.

Valeria: Particularmente a mí, que soy súper terrenal, mental, me mostró vulnerable. Está bien que uno sea vulnerable y que esté mal, porque sino uno muestra siempre una coraza, que está todo bien, pero a veces las cosas no están bien. Para que lo estén, tenemos que pasar por este proceso de dolor, de llanto, o de que no está todo bien, porque movimos un montón de cosas. Me parece que eso es lo que hace India, llevarte hasta lo último, hasta el fondo. A mí me mostró que todo es posible, porque es un país donde han sufrido muchísimo, han tenido ataques en todos los niveles y siempre pueden; a partir del dolor logran cosas. Hay un lugar que se llama Qutub Minar. Son todas ruinas jesuitas, con mezquitas que se descubrieron después de muchísimos años, todas bajo tierra, y hay una torre grandísima que se llama ‘la torre de la victoria’, que conmemora la victoria del gobernante musulmán Mohhamed Ghori sobre el hindú Prithviraj Chauhan y simboliza el inicio del dominio musulmán en la India.

"Cada lugar fue un aprendizaje"

Valeria hizo un paréntesis entonces para hablar «de nuestro guía turístico, un indio que se llama Arvin, que contaba la historia, todo lo que había pasado, y llorábamos juntos, porque uno sentía su dolor y, a pesar de eso, ellos salen adelante. Toda esa cultura que tienen del matrimonio arreglado que, para muchos, es sufrimiento, porque es algo cultural y mucha gente no lo entiende, pero lo tienen que aceptar. India te muestra que es todo posible, a pesar de sufrir, de que te falten un montón de cosas, de la pobreza, todos lo logran y son felices, vos ves a todas las personas con una sonrisa. Cada lugar al que íbamos, que conocíamos, donde estábamos, ya sea muertos de risas o llorando, lo transportabas a tu vida. Era como estar repensándote constantemente, y era para lo que tenía que servir este viaje. Cada lugar fue un aprendizaje».

«En India cada uno dejó morir todo lo que ya no quiere para su vida, fue como sacar nuestra mejor versión, encontrarte con vos, con tu alma, con quien sos realmente. Para mí eso fue súper importante, porque si lo llevamos a nuestra vida, ¿cuántos momentos quedan en foto y no estamos presentes en ese momento en particular? Tenemos un montón de cosas para valorar, agradecer todos los días desde el momento en que nos levantamos y estamos respirando. Es un día más que nos regalan para vivir, y tenés la posibilidad de hacer un montón de cosas. Hay una frase que siempre dicen, que es: ser feliz es una elección, y es así, cada uno elige poder ser feliz», agregó.

¿Qué otros lugares conocieron?

Valeria: Fuimos a Varanasi, que es donde se hace la cremación de los cuerpos. Ahí se respira muerte. Es difícil explicarlo. Hay un montón de gente, están todos los cuerpos tirados en el agua y te da una sensación extraña. Yo exploté en llanto, porque vino a mi mente esto de dejar morir cosas tuyas y, a la vez, agradecer todo lo que tenés. India nunca te dejaba de sorprender. Íbamos del hotel a un kiosco a comprar agua y quedábamos en el medio de un casamiento en la calle, bailando con el novio, la novia… siempre encontrabas algo. India te sorprende constantemente.

Kumbha mela. Ganges

Esta búsqueda espiritual puede resultar contradictoria para dos mujeres católicas, que estudiaron en un colegio religioso y comparten peregrinaciones a Luján.

Alejandra: Yo soy católica, pero en el último tiempo sentía que ir a misa, donde hay un intermediario (el sacerdote) no me terminaba de completar. Desde hace 25 años hago la peregrinación a Luján y eso siempre me llenó. Pero seguía buscando algo, aunque no entendía por qué. Cuando empecé con el camino del yoga, en este caso visto desde la unión a Dios, me acerqué muchísimo más a Él, a Jesús, a la Virgen, desde un lugar más sagrado, que es mi casa, mi vela, mi ritual. Es tenerlos dentro mío, sentirlos con el corazón, pero no con la necesidad de ir a una Iglesia, aunque también lo hago. Tiene que ver con una necesidad de rezar, de sentirme acompañada, sentir la presencia de Dios, de Jesús, tenerlos conmigo. Con yoga sentí una unión, no importa si sos católico, budista, hinduista, protestante… porque no es una religión. Todos respondemos a un mismo Dios, ahí es donde se ve la unión. A mí, hoy por hoy, me acerca más eso que el catolicismo.

Valeria: Es el yoga como unión con Dios, porque muchas veces se lo asocia con las posturas, las asanas. Pero es muchísimo más amplio. Y lo más avanzado es la meditación, que es unión con Dios también. Yo soy católica, apostólica y romana, no estoy practicando porque no voy a misa, pero rezo todos los días el rosario, creo en Dios, en la Virgen, llevo mi virgencita, mi rosario. También creo y siento algunos dioses de India. Este camino espiritual no tiene que ver con ninguna religión. Es creer en Dios, la unión con Él. Que siga este camino no quiere decir que haya dejado de ser católica. Incluso, el yoga me acercó más a Dios. No dejo de ser católica por haber ido a India, ni por practicar yoga. Dios es uno solo. Y yo medito para acercarme a Él, porque para mí en el silencio y en la meditación uno encuentra toda su respuesta. Podés ir a misa, podés escuchar al Cura, pero tu diálogo directo con Dios es tuyo. Sin intermediarios. Ahí está el concepto. Mucha gente piensa que al estar en este camino estás en una secta, o en algo donde te están lavando la cabeza. Sin embargo, me parece que nos ha fortalecido muchísimo. Nos ha enseñado a vivir simple, a entender un montón de cosas y a valorar otras. A agradecer a Dios mucho más de lo agradecíamos antes. Desde que te levantás, agradecés que estás un día más y en ese día hay infinitas posibilidades de hacer cosas de bien, de servicio, desde la profesión o desde tu casa, desde todo lugar. Es llevarlo a lo diario, a tu rutina, en la práctica cotidiana.

Alejandra: Somos humanos, estamos en la tierra y cometemos errores, pero tratamos siempre de mejorar y aprender a no castigarnos tanto a nosotros. Hay una concepción de que ‘todo es mi culpa’. Hay que entender que seguimos aprendiendo y a lo mejor, con este nivel de conciencia, en este momento pude hacer esto. Reconocerse con luces y con sombras, manejar los silencios antes de reaccionar, tratar de responder de la mejor manera. Empezás a vivir con otro nivel de conciencia con todo, es esto de cuánto te mostrás al otro, cuánto podés decir, cuánto de tus acciones pueden generar en el otro y en vos mismo. Entonces empezás a manejar las pausas, los silencios, respetar los tiempos. Entender sin juzgar, porque cada uno tiene sus tiempos, su proceso.

Valeria: Se trata de ser más consciente, hacerse cargo de lo que uno es. Yoga también nos dio herramientas para hacernos cargo de nuestras acciones. Uno elije cómo vivir, y si te pasan cosas, hay que ver desde dónde lo podés trabajar. O te quedás en la queja de que ‘todo me pasa a mí. Soy lo peor’. O le buscás la vuelta y, de eso malo que pasó, sacás lo mejor para aprender, seguir creciendo y compensar. Este camino espiritual no significa que vas a estar todo el día meditando, sino complementar tu vida diaria con la espiritualidad. Buscar el equilibrio.

Alejandra: De hecho, un montón de personas de distintas profesiones, incluso médicos, se están acercando a todo este camino holístico. Están teniendo un sentido diferente en la atención del paciente. En nuestro viaje a India había un montón de profesionales, médicos, psicólogos, terapista ocupacional, trabajadora social, profesores de yoga, de educación física… Todos siendo parte de esta búsqueda, tratando de tener una mirada más integral, más holística.

«Cueva donde estuvo Jesús, en Rishikesh», describió Valeria

¿Cuál fue la primera sensación al aterrizar a India?

Valeria: Yo lloré. Encima en el avión, miro al costado y justo salía el sol. Y lo sentí como un regalo de Dios. Absoluto. Incluso cuando hicimos el cierre del viaje yo decía al rezar: ¿qué le pido a Dios?, si le tengo que agradecer todo esto. A mí me pasó eso en India, vi a Dios en cada cosa. Lo sentí tan cerca en la gente, en cada palabra, en todo.

Alejandra: Para mí también. La sensación fue de muchísima emoción, gratitud. Es difícil de describir. Tenés que vivirlo. Es una sensación de plenitud del alma que no podía creer.

Y con los ojos del turista, ¿qué vieron?

Valeria: Es un choque cultural muy grande. Ya en Etiopía, África, donde hicimos escala por tres horas, ves a todas las africanas, hermosas, con esos vestidos y turbantes, todas tapadas. ¡Y nosotros de musculosa!. A las mujeres se le veían sólo los ojos y ellos te miran como diciendo: ‘está desnuda’. Hay un contraste continuo. Todo te asombra. Es una cultura tan diferente. Ver la forma en la que se pintan las mujeres, el bindi (marca decorativa en la frente, que se asocia con el tercer ojo o centro de energía). Tienen la cabeza pintada, los ojos de negro, las plantas de los pies. Todo te asombra. Nuestro primer destino fue Delhi, que es la capital de India, y es grandísimo. Hay 33 millones de personas. El aeropuerto es una ciudad. Entonces ya a nivel visual te impacta. Llegar y ver todo eso es increíble. Es la primera vez que salimos de Argentina para hacer un viaje de este tipo. Cuando llegás salís en tuk tuk, las bocinas, las ratas, las vacas… es un montón! Es llegar y ver de todo. Te genera risa, como que no entendés que estás haciendo ahí. Parece que estás en una película y después, con los días, empezás a reaccionar, porque el contraste cultural es enorme. Con los días entendés la forma en que ellos viven, la simpleza que tienen en determinadas cosas, no le dan importancia al afuera. Por momentos ves mucha pobreza, poca higiene y en esa misma cuadra hay un templo. Entrás y no podés describir lo que se siente, la paz, la energía que se vive ahí adentro, la devoción, sentirlo a Dios, sentir su presencia, mientras afuera está todo ese caos. Ellos, dentro de todo ese desorden en el que viven, llevan tranquilidad y le dan importancia al interior de las personas. Tienen simpleza para vivir. Nosotros somos todo lo contrario, le damos importancia al afuera.

¿Cuál fue el lugar que más las marcó y por qué?

Valeria: Se podría decir que los templos; y los distintos lugares que recorrimos. Fuimos a siete ciudades diferentes: Delhi, Orchha, Khajuraho, Agra, Taj Mahal, Rishikesh y Varanasi. Cada lugar tiene su impronta, y creo que también a lo largo de los días uno iba descubriendo cosas. Pero todos los templos que conocimos fueron mágicos, porque además hay cosas que van más allá de la estructura edilicia. Son bellísimos, y la energía que se vive ahí adentro es muy difícil de describir.

Alejandra: Es difícil ponerlo en palabras y como no te dejan sacar fotos, todo queda en tu interior. Es difícil explicar qué sentiste, cómo lo viviste… Esto es lo que nos pasa. Lo que yo sentí ahí, no lo viví nunca en mi vida. Y me parece que el gran regalo que nosotros tuvimos fue nuestro guía turístico, que era indio. Entendimos un montón de cosas de India contadas por él, eso fue muy rico. Después, India es súper económico para vivir, para comer, para todo, en lo que más se gasta es en propinas. Allá todo el mundo vive de eso.

Valeria: Nosotros hicimos una India paralela, porque fuimos a lindos hoteles. Solamente en Khajuraho estuvimos en la casa de un amigo de Fruni, que nos hospedó. A mí eso me encantó. Era como estar en un barrio carenciado en el medio de la ciudad. Nos encontrábamos sentadas en la vereda y de repente una vaca estaba al lado nuestro. Las callecitas de tierra, la humildad de la gente, los chicos sacando agua con las bombas de agua y bañándose en la vereda. Todo ese nivel cultural choca. Algo importante es que el grupo con el que viajamos fue súper unido, y no es fácil con 36 mujeres. Se vivió unión, empatía, solidaridad. También viajó con nosotras una embarazada de 5 meses y medio. Fueron 26 horas de viaje. Salimos desde Ezeiza, en Argentina, hicimos una hora de escala en Río de Janeiro y otra de tres horas en Etiopía, África; y de ahí a Delhi. Más allá de eso, recorrimos India por 12 días de manera intensa, mudándonos de lugar cada dos días, y ella se lo bancó de una manera increíble. La última semana nos quedamos en Rishikesh, la capital del yoga según se dice en India. Está a los pies del Himalaya. Andábamos solas a la noche y nunca nos pasó nada, tampoco estuvimos con miedo. Muchísima gente va a estudiar yoga ahí. No es tan activo como otros lugares en los que estuvimos, pero tampoco sentías inseguridad. Son todos muy respetuosos.

Alejandra y Valeria en Taj Mahal

¿Y la vestimenta?

Valeria: Las mujeres con los saris, o los kurtis, con las cabezas tapadas, y los bindi tanto en mujeres como en hombres. Ves a todo el mundo vestido así, con unos trazos maravillosos. India tiene una gran variedad de colores. Allá el negro no se usa. Es la misma ropa pero en diferentes colores, y brillos. También tenés el que anda prácticamente desnudo, sólo con un pantalón chiripá. Y los yoguis están en el Himalaya, son como ermitaños que viven allá arriba para meditar.

¿Se animaron a probar algo fuera de lo común?

Valeria: Todo, no hay nada que sea común. La comida es super picante, nosotros pedíamos que a lo nuestro no le pongan picante y aún así lo seguía siendo. Tuvimos que aprender a comer. En el desayuno tenés para comer, por ejemplo, el poha, que es lo más característico de allá. Es un copo de arroz indio aplanado que se utiliza como cereal. A mí me encantó. Después había fideos tipo cabello de ángel con yogur. En la comida principal te dan en unos platos grandes con distintas cazuelitas, y siempre arroz. Probamos todo. Y encontramos chocolates, como hay acá. Pero tuvimos que aprender a comer, porque no usan cubiertos. Comen con la mano derecha siempre, porque la izquierda es para higienizarse. Entonces no la usan. Y en muchos lugares comíamos sentadas en el piso. Si vas a un restaurante hay almohadones para sentarse y mesas chicas, tipo ratonas, como las llamamos acá.

Alejandra: A mí lo que más me gustó fue el pan naan, que a veces venía con queso. También me gustó mucho el dal, que es como una sopa de lentejas.

¿Qué color o símbolo sintieron que las acompañó en el viaje? 

Valeria: Yo soy muy del blanco, de luz, brillo. ¿Y símbolo?, mi rosario. También la virgencita de Luján.

Alejandra: Yo también la virgen de Luján. Respecto a colores… Creo que en India usé más colores que en toda mi vida.

¿Cuál fue el momento más cómplice entre ustedes dos?

Valeria: Nosotros nos entendemos hasta con la mirada. De hecho, Fruni no nos deja estar mucho juntas. Y nos felicitó porque en este viaje nos comportamos muy bien. Es que en los retiros que hacemos a veces nos reímos. En India algunas ceremonias son todo un ritual, entonces nos compramos túnicas. Al principio nos daba risa vernos envueltas en pañuelos, con las cabezas tapadas. Después ya se te hace habitual. Una noche estábamos en el hotel haciendo pruebas y nos pusimos a bailar, a hacer pavadas. Y en el idioma inglés manejamos lo básico. A todos les decíamos: ‘slow, slow’ (despacio) cuando nos hablaban.

Alejandra: Un momento muy gracioso fue el primer día. Yo me había llevado un montón de barritas de cereales, porque no sabía qué íbamos a comer. Fuimos a los templos sikh tapadas y descalzas. Ahí llegabas, ponías las manos y te daban un arroz dulce, te lo tenías que comer. No podías dejar nada de comida porque lo ven como un desprecio.

Valeria: Nos llevaron a todos a un salón enorme, con alfombras, una a dos metros de la otra, donde hay que sentarse. Ellos le dan de comer gratis a la gente, todo el año. Son todos voluntarios. Su ganancia es dar servicio. Si nosotros no queríamos comer, nos podíamos retirar, pero ya estábamos sentadas ahí, en el piso, todas tapadas. La gente se sentaba espalda con espalda, las bandejas no podían tocar el piso y nosotros teníamos que mirar a la india que teníamos cada una enfrente para ver cómo comía. Estábamos todas envueltas, con todos los calores (yo andaba con el abanico para todos lados) y en un momento se me mete el chal en toda la comida. Se nos reían todas las indias. Parecía una película. Además, la comida era tan picante que teníamos la boca como una flor. La india de enfrente nos fue diciendo cómo comer, con qué manos, cómo cortar. Era mirar y copiar.

Alejandra: También nos llamaba mucho la atención que, por ejemplo, todos los nenes estaban con los ojos delineados. Hacen eso porque se supone que los protege de la ojeadura. Las mujeres que tienen una línea roja pintada en la cabeza, son las que están casadas; y si hombres y mujeres tienen pintadas las plantas de los pies, anuncian casamiento en su familia. Hay un montón de cosas.

Varanasi, yendo a los Ghats de cremación en un rickshaw

¿Y el momento más difícil?

Valeria: A mí lo que me resultó más difícil fue Varanasi, donde tuve una sensación rara. Es la ciudad de la muerte, donde fuimos a ver las cremaciones. Sentí como un bajón grande. Tal vez no estoy preparada todavía para eso. Ese lugar me chocó.

¿Cómo creen que este viaje transformó su amistad?

Alejandra: Nos encontramos conviviendo más de veinte días. De hecho, un día hablamos y terminamos llorando las dos, porque si bien somos amigas desde hace un montón de tiempo, en India convivimos las 24 horas durante tres semanas, en un lugar totalmente distinto. En India nos desnudamos en alma. Si bien venimos recorriendo este camino espiritual y hemos hecho retiros juntas, en este viaje nos mostramos más, nos vamos conociendo cada vez más. Cada una está trabajando en lo personal, pero India nos unió más.

Valeria: Respetamos mucho el proceso de cada una. Y si bien tuvimos momentos donde nos divertimos mucho, también los tuvimos de llanto. Cada una fue respetando ese proceso. Fue un gran viaje. Yo quedé muy enamorada de Rishikesh. Cada lugar tiene algo especial, pero en Rishikesh estuvimos siete días. El viaje en grupo había terminado y con Alejandra nos quedamos ahí, sin horarios. Era levantarte todos los días y ver dónde íbamos a desayunar e ir al Ganges (río de India) a dar una vuelta. Un día fuimos a la cueva donde estuvo Jesús. Rishikesh es muy lindo. Estábamos en la montaña, en los pies del Himalaya. Las callecitas son angostas, te perdías ahí, era como si te metieras en cuevas. Había un bar, vos te metías en esa especie de cuevas y cuando salías tenías almohadones en el piso y mesitas muy bajas. No tenía ventanas, era todo abierto y veías todo el Ganges con la montaña, un paisaje hermoso. Te sentabas ahí y podías leer un libro o escuchar música. Todo el tiempo se escuchan mantras. Ahí estuvimos más en contacto con la gente, charlando, sin itinerarios, sin correr, con tiempo.

Valeria y Alejandra recorren desde hace un tiempo el camino de la transformación, valorando cada una su realidad y agradeciendo por cada cosa que atraviesa su vida. Un proceso de avances y retrocesos que están dispuestas a continuar, con la afirmación de que volverán a esta India que las unió aún más en su amistad.