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miércoles, febrero 5, 2025
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«Se alarman cuando lo ven hacer en el campo, pero después fumigan su propia casa»

El disparador fueron un par de publicaciones de productores agropecuarios acerca de los reclamos de los habitantes de las ciudades sobre la necesidad de fumigar para evitar la proliferación de mosquitos.

Uno de ellos, con campos en Bunge, escribió: «Cada vez que aparecen los mosquitos y ustedes suplican insecticidas en sus casas les vamos a recordar que los productos que utilizan son más tóxicos que los que nosotros usamos para proteger nuestros cultivos, dar laburo y generar riqueza para el país».

En diálogo con ACTUALIDAD, el ingeniero agrónomo Martín Videla Dorna coincidió con él y reiteró su histórica posición. También se mostró indignado por la «falta de información» que se demuestra al realizar las protestas sobre la fumigación rural. «Cuando salimos a trabajar al campo con productos químicos la gente se enoja y empieza a los gritos, pero ahora están pidiendo que tiren esos productos. Se contradicen», opinó.

«¿Cuántas veces se fumiga al año un lote de soja en un campo? Dos, tres, un máximo de cuatro, como una exageración. ¿Y cuántas veces pulveriza su casa con aerosoles, de la marca que usted quiera, la esposa de ese productor? Veinte veces por día. Claramente es un tema de intensidad, porque el producto básicamente es el mismo», respondió sus propias preguntas.

Por otra parte, el ingeniero rechazó completamente la fumigación que realizan los vecinos en su propia casa, porque el mismo químico requiere restricción y mucha atención. «Hay un abuso de utilización, por desesperación o desinformación. Es un tema de intensidad y de ver cómo y dónde se usan», sostuvo.

Por eso marcó una línea con «la fumigación en zona rural, donde se utilizan productos, por ejemplo, en lotes de soja, que son abandonados por las personas luego del acto, lo que se denomina residualidad. Hay que esperar al menos 20 días. Pero en el pueblo veo gente fumigando con una mochila y al rato está el nieto jugando alegremente en el pasto, sin cumplir esa restricción.».

«Se abusa de los insecticidas -insistió-. No se puede estar comiendo en la mesa y porque andan moscas tirar insecticida en aerosol como si nada. Esas gotas no quedan suspendidas en el aire, sino que vuelan unos centímetros y después caen. Y ese producto es tan o más tóxico que muchos de los que usamos nosotros en el campo, con la diferencia que nosotros tomamos todos los recaudos».

«Las concentraciones de los productos domiciliarios sí son más bajas que en los agrícolas, pero cuando a esa concentración la multiplicás por 10, 15 o 20 aplicaciones diarias, esa suma la hace altísimo», argumentó Videla Dorna.

El prejuicio en contra del campo, presente en Argentina desde hace décadas, tiene su correlato en estas pulverizaciones. «Son cosas que suceden y hoy no tienen respuesta. Los artículos químicos que habitualmente se venden de manera natural en las góndolas de los supermercados suelen ser más tóxicos que los que usan los ingenieros agrónomos. Por ejemplo, para matar los pulgones de los jardines. Y los usa cualquiera, sin límites», explicó.

Por último, cargó contra las aplicaciones terrestres en zonas urbanas: «Si se fumiga con un producto químico en la calle y la gente está presente, más allá del cordón de la vereda, haciendo su vida normal, ¿por qué no se puede hacer lo mismo pero en avión, llegando a todos lados? Cuando fumigás las calles, ¿qué porcentaje de la ciudad estás pulverizando? Una superficie mínima. Y además, si está pavimentada, no hay mosquitos desarrollándose en ese medio, como si los hay en los pulmones de las manzanas, donde hay pasto o incluso charcos».

«Son preguntas que se hace la gente y que hay que hacerles a quiénes manejan el área ambiental de las ciudades. Yo a los resultados no los veo, porque pasa la camioneta y al rato están los mosquitos dando vueltas. Desde la camioneta se debe fumigar un cuarto del pueblo, desde el avión su totalidad», sentenció.