A un año del femicidio de Luisa Decaillet, el testimonio de su hija Hortensia Eberbach sobre el acoso y la violencia que padeció los últimos meses.
Luisa trabajó desde los ocho años en el campo con su padre. Iba a juntar las vacas a caballo y el maíz la tapaba. Hacía el tambo mañana y tarde. Mientras, ayudaba a alambrar, a sembrar, a arar y a vacunar. Entre una cosa y otra, iba y volvía en sulqui a la escuela. A los 15 más o menos empezó a hacerse los vestidos para los bailes del pueblo. Volvía justo para hacer el tambo. Estas historias las recuerda en el documental De mujeres argentinas como la Lola, hermana de su padre Enrique Decaillet. «Lo de Lola fue muy similar a lo mío», dice después de escuchar la lectura de unas líneas del diario que escribió su tía sobre los trabajos que hacía de chica en el campo. El pasado 3 de junio, después de que su ex pareja la asesinara al volver de un baile de General Villegas, algunas personas compartieron ese fragmento en redes sociales para recordarla y pedir justicia.
Hortensia es una de los cuatro hijos de Luisa de una pareja anterior. Se acuerda de memoria esas historias que le contó una y otra vez. También, después de un año, rearma cada una las piezas del rompecabezas de acoso y violencia que sufrió su madre los últimos meses de parte de Arturo Godoy. Aunque la noticia del femicidio llegó rápido a los medios nacionales por coincidir con la marcha Ni una menos, ninguno se comunicó con la familia. Desde el 3 de junio de 2015 -primera marcha Ni una menos- hasta el 20 de mayo de 2019, según el Registro Nacional de Femicidios del Observatorio «Ahora sí que nos ven», fueron asesinadas 1193 mujeres. El 88% de los agresores eran del círculo íntimo de la víctima. Entre ellos, 42,5% parejas y 20,2% ex parejas.
«Mi mamá salía los sábados con un grupo de amigas a unos bailes de Villegas. Esa noche del 2 de junio – cuenta Hortensia- pasó la trafic de Bunge a buscarla con las amigas. En el baile él intentó acercarse pero ella se negó. También amenazó a un hombre que estaba bailando con ella y tuvo que intervenir una amiga para que dejara de molestarla». Esa no era ni la primera ni la única vez que Godoy la acosaba desde que se habían separado. A pesar de que su hija nunca había sospechado que sufría de violencia, le había llamado la atención en algún que otro asado familiar el tono de las respuestas. Pero el 8 de febrero, todo cambió: «Me acuerdo patente porque estaba con los preparativos del cumpleaños de mi hijo. Un chico que estaba trabajando en la casa de mi mamá haciendo unos arreglos me mandó a decir por mensaje que vaya urgente. Cuando llegué estaba sentada llorando en la cama. La había agarrado del cuello y la había empujado contra un roperito de la pieza. No sé cómo hizo pero logró zafarse y salió a pedir ayuda. La noté con mucho miedo. Y me acuerdo que le pregunté ‘Mami, esta no fue la primera vez ¿no?’, y me contestó, ‘No, siempre fue violento pero yo más o menos lo manejaba».
El hombre trabajaba en Piedritas como albañil y si bien no practicaba boxeo, le gustaba la disciplina. Estuvieron en pareja aproximadamente seis años. Vivió en Sansinena, Lincoln y Villegas. En esta última ciudad, formó una familia. Cuando Hortensia sugirió hacer la denuncia policial, Luisa dudó por miedo. Sabía -de boca de él- cómo había terminado todo con su ex pareja: «No quería saber nada con denunciarlo porque sabía que a la ex la había golpeado después de que lo denunciara. Me decía ‘Fijate a la mujer lo que le hizo'». La convenció con la idea de que quizás con una orden de restricción no la iba a molestar en el pueblo. Porque «la paraba cuando iba a hacer los mandados, la acosaba llamándola al celular -tanto que había tenido que cambiar 3 o 4 veces el número porque lo averiguaba- y llamaba también al teléfono fijo todo el tiempo». Aunque lo notificaron de la orden de restricción, nunca la respetó: «Cada tanto le preguntaba ‘¿Y mami cómo va todo?’ y me decía ‘Me sigue parando en el pueblo’. El último tiempo, le había agarrado pánico. Yo iba a buscar algo a la casa y ella estaba bajo llave».
«Aunque le insistía con volver, mi mamá ya se había dado cuenta de la situación y la decisión de no volver era firme», asegura Hortensia. Pero él no la respetó ni aceptó nunca: «Esa noche del baile él se fue una hora antes que ella. Tenía todo planeado. Las cámaras de seguridad que tienen un alcance de una cuadra, registraron que estuvo parado en un terreno a media cuadra de mi casa hasta que se metió en el patio. De ahí le salió a mi mamá. Quedó filmado cómo en la calle la llevaba de un brazo y le iba dando piñas en todo el cuerpo. Ahí la ahorca con el pañuelo que llevaba puesto, se corta con un cuchillo y lo deja en la mano de ella para distorsionar la escena». La dejó en la calle y llamó a la comisaría. «Discutí con Luisa y la dejé tirada en la calle. Yo estoy en mi casa», dijo. Cuando llegó la policía, Luisa ya estaba muerta y la llave todavía estaba en la puerta. A Godoy lo detuvieron en la quinta en las afueras del pueblo y ahora está en la cárcel de Urdampilleta (Unidad Penitenciaria nº 17). El juicio es probable que sea el año próximo. «Que se haga justicia -concluye Hortensia- nos dejaría un poco más tranquilos tal vez. Es lo único que nos queda. Además de cuidar la memoria de mi mamá para que se sepa que era una gran mujer».
Sole Vela