Orlando Guzmán es un psicólogo deportivo actualmente radicado en Emilio V. Bunge. Para este profesional, la pandemia ha venido a trastocar y desestructurar la vida de todos. No obstante, los deportistas sufren los efectos de este fenómeno de una manera particularmente angustiante: un año perdido dentro de su limitada vida útil es un año que nunca más se va a recuperar.
«Tenemos que pensar la pandemia en términos de un absoluto. Los pesares que sufrimos los seres humanos provienen de tres fuentes. Una tiene que ver con lo imprevisible de la naturaleza que a veces nos trae inundaciones, terremotos, tsunamis y nos genera preocupaciones. La otra fuente de preocupaciones del ser humano es la endeblez de su cuerpo que siempre está propenso a enfermarse, somos seres finitos, nos morimos. Otro aspecto tiene que ver con las relaciones interpersonales, las relaciones entre pares, con la familia, entre el ser humano y el Estado. Estas tres fuentes siempre generan conflicto. Ahora, en una pandemia esas tres fuentes estallan. En general uno vive cada una de estas problemáticas por separado. Pero los tres elementos que generan preocupación están desestructurados en esta pandemia: porque la naturaleza nos pone esta cosa tremenda sobre la cara y no sabemos cómo manejarla, porque estamos temiendo que nuestro cuerpo se enferme o, peor aún, que estemos enfermos y no sepamos si somos portadores sanos o no, y porque el Estado, por más que se afane en hacer las cosas bien, por lo general siempre llega tarde y no conforma a todo el mundo. Por eso esta pandemia nos impone esta cosa de la fragilidad llevado a un término absoluto», reflexionó Guzmán.
Si bien todos sufrimos ese problema, en el deportista la problemática se acentúa: «Al deportista lo comparo con una persona añosa, porque el deportista tiene una vida útil muy acotada, no es una persona que puede jugar hasta los 80 años. A los 35 o 40 años empieza a declinar su actividad. Al igual que el anciano que tiene su declinación presente y la ve todos los días. Si una persona añosa se pierde sus vacaciones a los 82 años es muy posible que sean sus últimas vacaciones. Este año lo más probable es que se pierda, y para un deportista un año es una inmensidad. Perder un año es demasiado, es mucho tiempo», subrayó.
«El deportista confirma su profesionalidad todos los domingos, entrenando, su ser deportista se confirma todos los días entrenando. Hoy eso no lo puede hacer. Eso genera un estado de angustia tremendo. La angustia se genera por la incertidumbre y si hay algo que sobra ahora es la incertidumbre. No saber cuándo se va a volver a jugar», añadió.
«La actividad física genera unos procesos químicos que son adictivos. La persona que se entrena quiere entrenar todos los días porque le hace bien, se siente bien. Si vos tenés esa costumbre al entrenamiento y eso te hace sentir pleno y de un día para el otro tenes que dejar de hacerlo, eso es devastador para la cabeza. Es como fumar y que de golpe te quiten el cigarrillo. Esa persona está más violenta. Todos estamos más violentos. No solo que su profesionalidad y su ser está afectado, de golpe se quedó sin ese condimento que le daba sentido a su vida. Claro que es devastador», argumentó Guzmán.
El psicólogo deportivo aclaró que cada cabeza es un mundo y funciona distinto al resto, pero se atrevió a dar algunos consejos generales para que los deportistas puedan afrontar la cuarentena: «Si te pones enfrente un objetivo eso es de gran ayuda. Sería aconsejable que todos se pongan como meta para el futuro algún objetivo: subir a otra categoría, mejorar los entrenamientos. Ponerse por delante una meta que te haga soportar esta inactividad y esta falta de certeza. La mejor manera de evitar la angustia de esta cosa tan incierta es tratar de ponernos en un futuro algo que nos aliente, que nos ilusione, que nos haga soñar hacia adelante. Tener un proyecto es lo mejor que nos puede pasar», concluyó.