OVACIÓN se dio el gusto de hablar con un multicampeón del fútbol argentino, José «Pepe» Basualdo. Un ganador nato, que logró campeonatos locales, Libertadores, Intercontinentales (frente al Milan y al Real Madrid) y que formó parte del plantel de la Selección Argentina que obtuvo el último título de nuestro país: la Copa América del 93.
El mediocampista arrancó en Villa Dálmine, pero lo hizo de grande. Lo vio el técnico de la reserva durante un torneo nocturno y lo llevó. No hizo inferiores en ningún club, sino que las hizo en el potrero: en distintas canchitas y torneos intercolegiales de su Campana natal.
Luego de jugar en el club del cual es hincha toda su familia, tuvo un paso por Deportivo Mandiyú hasta que llegó un momento clave en su carrera: la posibilidad de irse al fútbol europeo, al Stuttgart de Alemania.
«Ahí terminó mi ciclo de potrero. Ahí empecé a ser el jugador profesional que todos conocieron. Al no hacer divisiones inferiores no seguí el protocolo del fútbol que te enseñan cuando estás en novena, en octava, en séptima. Seguí jugando de potrero porque lo técnicos del ascenso no me ensañaron nada, solo me decían ‘vos tenés que jugar acá’ o ‘hacé esto’ y yo lo hacía. Fui mirando a los jugadores que me gustaban en mi posición, iba copiando algunas cosas en los entrenamientos. Copiando un poco fui perfeccionándome. Cuando fui a Alemania vi lo que es ser un jugador profesional, lo que es mantener una vida a la par del fútbol. Me brindó otro idioma y otra idiosincrasia. Eso te cambia la cabeza», reconoce «Pepe».
Cuando retorna a la Argentina tiene un paso fugaz por Racing y recala en Vélez Sársfield. En el Fortín de Liniers lo aguardaba un DT con el que haría historia, tanto ahí como en Boca. Nada más y nada menos que Carlos Bianchi.
«Con Carlos fue una conexión increíble. Era una sensación de que me había dirigido de toda la vida y Carlos habrá pensado que yo era el jugador que tuvo desde chiquito. Él sabía lo que yo iba a hacer y yo sabía lo que él quería dentro de la cancha. Prácticamente con solo mirarnos sabíamos lo que convenía. Eso fue una ventaja porque todas mis cualidades las aprovechó bien y me dio la libertad necesaria para poder desarrollar mi manera de ver el fútbol. Fue algo muy productivo para los dos. Yo tenía facilidad para ver el partido. A los 10 minutos sabía cómo estaban parados, dónde estaban los errores y aciertos. Lo leía muy rápido y entonces acomodaba a mis compañeros acorde a cómo iba el partido. Mis compañeros confiaban en todo lo que decía y eso era una ventaja enorme», explica Basualdo.
En Vélez ganó el Clausura 93, el Apertura 95, la Libertadores 94 y la Intercontinental 94.
Esa gran campaña le valió la posibilidad de jugar en Boca en el año 96. Tras una temporada en el Xeneize emigró a España, donde jugó en el Extremadura y en el Real Jaén. Más tarde regresó a la Argentina, tuvo un paso por Deportivo Español y volvió a Boca. En el club de la Ribera lo esperaba un viejo conocido: Carlos Bianchi.
Al igual que en Vélez, DT y jugador volvieron a repetir un ciclo lleno de títulos: Apertura 98, Clausura 99, Apertura 200, Libertadores 2000 y Copa Intercontinental 2000.
Se retiró donde comenzó: en Villa Dálmine.
En la Selección Argentina jugó los mundiales Italia 90 (subcampeones) y Estados Unidos 94 (octavos de final). También formó parte del plantel ganador de la Copa América del 93, último título que consiguió la albiceleste.
Como DT tuvo un recorrido por distintos países, incluyendo Ecuador, Perú, Chile, Indonesia y Paraguay. «Ahora me volví a Argentina. No estoy dirigiendo pero tengo muchas ofertas para analizar a fin de año: algunas son para dirigir, otras para cumplir otras funciones. Son opciones buenas y concretas. Voy a decidir qué hacer cuando termine todo esto de la pandemia», concluyó Basualdo, quien no negó que mantiene un diálogo fluido con Juan Román Riquelme, vicepresidente segundo de Boca Juniors.