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jueves, diciembre 12, 2024

¿En dónde crece el dinero? / Escribe: Omar Emín (*)

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«Los últimos en comprender la naturaleza del agua son los peces.» «Lo mismo sucede con la gente y la naturaleza del dinero» (Bernard Lietaer)

«El dinero no trae la felicidad, pero procura una sensación tan parecida, que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia» (Woody Allen)

«Cuando yo era niño pensaba que el dinero era importante; ahora que soy viejo, se que es así» (Oscar Wilde)

«Es muy cierto que hay cosas en la vida que el dinero no puede comprar.» «Pero la falta de dinero mucho menos» (Paul Getty)

«No importa lo que quiera hacer con su vida, inevitablemente necesitará alguna suma de dinero para lograrlo» (Bernard Lietaer)

La sociedad occidental tenía en el siglo pasado tres grandes tabúes: el sexo, la muerte y el dinero. La revolución sexual durante los ’60 acabó con el primero, en los ’80 la aparición del SIDA obligó a hablar de la muerte y el sexo al mismo tiempo y los problemas monetarios en lo que va de este siglo, prometen obligarnos a enfrentar el último de los tabúes: el dinero.

Hay antecedentes de uso del dinero en China en el siglo IX, antes que en Europa. Hasta que aparecieron los rudimentos del dinero y lo que significaría un sistema monetario, diferentes tipos de mercadería como sal, tabaco y azúcar, fueron utilizados como dinero. Con los problemas generados por el trueque, en cuanto a los excedentes de mercaderías, se buscaba un común denominador de las transacciones que fuera inalterable con el transcurso del tiempo.

En la Edad Media, el medio de pago mejor considerado era el oro, siendo los orfebres quienes estaban perfectamente capacitados para controlar la pureza de las monedas, poseyendo sólidas cajas fuertes para mantenerlas fuera del alcance de los ladrones. El orfebre entregaba recibo por las monedas y cobraba un arancel por el servicio prestado, cuando los dueños necesitaban pagar una cierta suma entregaban un recibo y el orfebre le daba a cambio las monedas correspondientes.

Después de un tiempo resultó más conveniente pagar con los recibos mismos, con ello, los recibos del orfebre pasaron a ser símbolos de una promesa de pago, de modo que cada vez que alguien aceptaba un recibo como pago, sellaba implícitamente un acuerdo de préstamo con el orfebre, así con el transcurso del tiempo se fue produciendo un desplazamiento del dinero basado en una mercancía (oro) a una basado en el crédito o en un préstamo bancario.

No pasó mucho tiempo hasta que los orfebres se dieron cuenta que las monedas de oro permanecían casi todo el tiempo en sus cajas fuertes. Alguien inteligente para los negocios observó que podía emitir recibos por un valor superior a las monedas que tenía en resguardo, ya que los depositantes jamás querrían recuperar todas las monedas al mismo tiempo, dando con esto, el inicio de la banca moderna.

Si nos dan a elegir entre un billete con un valor real y un trozo de papel con la leyenda «Prometo pagar $ xx al portador de esta nota», que escogeremos ?; si quien nos presenta esa nota es un amigo confiable puede ser que dudemos de aceptar el billete, pero la duda será inmediatamente disipada, si intentamos canjear el trozo de papel con la promesa de pago de nuestro amigo. De allí que sea natural la elección del billete, porque será aceptado por todos, no importa lo que pensemos sobre ese dinero, lo importante es que será generalmente aceptado.

Se pensaba y se discutía si el dinero  era una cosa o una gran cantidad de ellas. A través del tiempo se utilizaron oro, plata, bronce y otros símbolos de valor como el ámbar, las medallas y el marfil. Para ilustrar este concepto, un relato siempre apreciado y solicitado por los lectores: David Livingstone era un médico y explorador británico que en 1866 se adentró en territorio africano y durante años no se supo de él.

El periódico New York Herald organizó una expedición de socorro confiada a Harry Morton Stanley, explorador y periodista británico, famoso por sus expediciones al Africa Central. Cuando se propuso hallar a Livingstone – a quien encontró en 1871 en Africa Oriental -, llevó consigo tres tipos de dinero: alambres, ropa y abalorios. Desde su punto de vista, los africanos preferían estos elementos al oro, la plata y el cobre.

Finalmente, después de recorrer la mitad del continente en compañía de doscientos maleteros, no utilizó mucho del «dinero» que había llevado, sino que recurrió a otra moneda del siglo XIX: las balas. Cuando Stanley dejó a Livingstone en Ujiju, también dejó 450 kilos de abalorios y todo el alambre que nadie quiso comprar; por el contrario, el amplio cargamento de municiones que había llevado fue utilizado casi en su totalidad para «persuadir» a los seres humanos y animales que se interpusieron en su proyecto.

La sencilla pregunta «de donde proviene el dinero ?»; no tiene un respuesta tan sencilla; si uno quiere una cantidad determinada de efectivo y el sistema bancario esta muy desarrollado, va al banco y los pide; quien lo atienda – empleado o cajero automático -, comprobará el saldo de la cuenta y si hay una cantidad igual o mayor a la solicitada se le debitará ese monto y se entregará el dinero en efectivo. Si el saldo no muestra la cantidad suficiente, recibiremos una sonrisa de disculpas o algún otro mensaje, pero no se llevará nada o podrá retirar hasta el límite de lo depositado en la cuenta.

En realidad el dinero es lo que hay en la cuenta bancaria, pero – haciendo las preguntas que haría un niño -, de donde proviene el dinero de la cuenta bancaria de uno ?. La mayor parte de las veces de algún depósito de nuestro sueldo, jubilación, subsidio, asignación, pensión, de la cobranza de algún trabajo o servicio prestado.

Pero de donde se obtiene ese dinero ?. Para abonar jubilaciones,  sueldos, pensiones, subsidios, asignaciones, el Estado a través del Banco Central solicita el dinero; el empleador privado, lo obtendrá – a través de los bancos -, como intercambio por la prestación de servicios o bienes producidos. En resumen, si analizamos el trabajo es el fondo del que en última instancia brotan todas las riquezas {sueldos por trabajo presente, jubilaciones y pensiones por trabajo pasado, coordinación y organización del trabajo por retribución empresaria, subsidios por … (ups!)}.

En países con un porcentaje alto de economía informal; esto es, ingresos y dinero circulando sin cuenta bancaria, es mucho mas difícil entender esto, ya que se desdibuja el concepto de trabajo como origen de toda riqueza al existir ingresos que pueden provenir de actividades ilegales.

«El dinero crece en los árboles !!», exclamaban asombrados los cronistas que acompañaban a los conquistadores españoles de América. Esta frase nos recibe cuando accedemos al Museo Numismático del Banco Central de la República Argentina, donde se observan cuadros con el relato de la llegada de los europeos al nuevo mundo.

Efectivamente, el dinero en la América precolombina «crecía por todas partes», sus habitantes (como en el ejemplo africano precedente), utilizaban como moneda de cambio cacao, semillas, algodón, hojas de coca y otros productos de la naturaleza; el oro solo se usaba como ornamento, esta diferencia de pensamiento y la falta de desarrollo de un sistema monetario más moderno en América, ha sido plenamente graficada en la representación de Les Luthiers del conquistador Don Rodrigo Díaz de Carreras, hijo de Juana Diaz y Domingo de Carreras, donde cambiaban «oro por baratijas» y » espejitos de colores».

De todas maneras mucha gente (incluyendo a los políticos), ha tomado aquella sentencia de que el dinero crece en los árboles como una verdad revelada y realmente creen que el dinero se genera con solo desearlo, o pedirlo como subsidio, o gastarlo sin control o pedirlo a los organismos internacionales (total somos un país rico), todo sin realizar ningún esfuerzo (llamémosle trabajo, operación comercial o negocio) cuya compensación sea justamente el dinero.

Es sorprendente la energía tanto física como emocional e intelectual que dedicamos a obtener, guardar y gastar el dinero; por ello considero importante analizar la forma en la que las personas se relacionan con él.

Seguramente esta lista puede ser engrosada con nuevas apariciones, pero podríamos identificar al dispendioso gastador: quien cree firmemente que el dinero crece en los árboles, lo gasta sin control en cualquier cosa sin meditar si le sirve, si lo va a saber usar, si le anda o si lo va a poder pagar; el codicioso: lo pierde la posibilidad de acrecentar su tenencia de dinero sin pensar en las consecuencias, en la legalidad de la operación o en si lo están estafando; él defiende centavos/escurre pesos: anda cuidando cantidades insignificantes y pierde ingentes sumas de dinero en otras situaciones que no previó o consideró no controlar, muchas veces esto ocurre con personas que presumen aparentar tener el control de todo y pretenden que los demás piensen «si controla estas nimiedades, debe tener todo controlado»; el miserable: es la peor persona para secuestrarle algún ser querido, siempre busca que paguen los otros o – si no lo puede evitar -, que cada uno pague la parte que corresponde, si no comió postre no lo van a hacer pagar un postre; el respetuoso: conoce el valor del dinero, sabe lo que cuesta ganarlo, lo considera un vehículo para obtener algo que desea y no tiene miedo del dinero, ni lo considera algo malo pero necesario; el desorganizado: nunca sabe si tiene dinero o no, nunca sabe si pagó o no pagó (porque no pide recibo u otros comprobantes), siempre tiene sumas a cobrar «en el aire» y en base a esa suposición efectúa gastos, siempre le parece que los demás intentan embaucarlo y no es para menos.

Finalmente y de la misma manera que en su momento los orfebres decidieron emitir órdenes de dinero por un valor superior al oro depositado, en un sistema económico han comenzado a coexistir y en algunos casos desplazar al dinero tal como lo conocemos, otras formas de dinero; tal es el caso de los puntos o millas instaurados por las tarjetas de crédito u otras empresas en busca de fidelizar más clientes o los bitcoins, ethereum, litecoin y otros que según el Banco Central Europeo, son un tipo de dinero digital no regulado, el cual es emitido y generalmente controlado por sus desarrolladores, usado y aceptado entre los miembros de una comunidad virtual.

Fuentes inspiracionales:

El Futuro del Dinero – Bernard Lietaer

La Riqueza de las Naciones – Adam Smith

(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.

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