El abuelo de Juan Arias (Juventud) y Facundo Bonino (Ingeniero) comenzó a jugar al fútbol en Defensores Unidos de Elordi para luego pasar a Juventud, donde dejó un imborrable recuerdo.
Miguel Etcheverry tiene 68 años y está radicado en Banderaló, donde ha pasado gran parte de su vida y donde formó una gran familia con hijos, nietos y bisnietos. Sin embargo, esta historia comienza hace 54 años atrás, en Elordi.
Allí jugaba picados con compañeros de la escuela, entre las vías del tren. Un jefe de estación que había llegado a Elordi (Catuzzi) lo vio y enseguida lo sumó a los partidos de los más grandes.
«A los chicos no nos dejaban jugar, pero él me vio jugar y me llamaba cuando faltaba alguno», recuerda Etcheverry.
En ese momento defendía la casaca verde con banda roja de Defensores Unidos de Elordi, hasta que el destino quiso que la cambie por la azul con la banda blanca de Juventud.
«Fui a jugar un campeonato para La Catalina, no para Elordi. La final la jugamos contra un equipo de Banderaló y ahí fue cuando me vieron», rememora.
«En Juventud me tocó jugar con muy buenos jugadores. Vine en el 69 y llegamos a la final. Yo alternaba en tercera y estaba de suplente en primera. Jugamos la final de tercera con Atlético Villegas, que habíamos empatado en puntos. Fue 1 a 1 en Juventud y yo hice el gol, y en el segundo partido fue 3 a 3 en cancha de Atlético. La final fue en cancha de Eclipse y ganamos 3 a 1. Con la primera jugamos la final contra Ingeniero y perdimos 1 a 0», señala Etcheverry.
Cuando empezó a jugar en Juventud lo hacía de 10, pero una lesión de un compañero lo llevó a ocupar una inusual posición en la cancha: «Recuerdo que se lesionó Jaime que jugaba de 4 y el técnico me puso de 4. Al otro domingo era el clásico y Jaime no se repuso, así que seguí jugando de 4. Me fue bien ahí, de hecho a la Selección de la Liga de Villegas fui de 4. Jugué contra la Selección Argentina Juvenil. Ese partido perdimos 3 a 1», recuerda.
Si bien jugó en Henderson, en Carlos Casares, en Bunge y el último año de su carrera fue en Santa Rita (colgó los botines a los 38 años), Etcheverry eligió a Banderaló como su lugar en el mundo. Hoy con 68 años sigue yendo a la cancha, pero para ver a sus nietos: «Me divido entre Juventud e Ingeniero porque mis nietos son Juan Arias y Facundo Bonino. Vivo el fútbol a través de ellos», dice a manera de despedida.