A pesar del difícil momento que estamos viviendo a nivel mundial, debido a la pandemia que nos azota, la UDEB de Gral. Villegas no quiere dejar de recordar y homenajear a los docentes fallecidos en el transcurso del 11 de septiembre de 2019 hasta la fecha.
El homenaje a los maestros fallecidos en este difícil año 2020, no puede estar inscripto en el marco corriente.
La pandemia, que sin distinción estamos padeciendo en todo el mundo, ha descubierto antiguos vicios, ha destacado virtudes vistas de tan cotidianas, como obligaciones sin mérito alguno, mandato simple que ha de cumplirse y nada más.
Entre la población de virtuosos ignorados por su trabajo fundamental, están los maestros.
La escuela cerró sus puertas sólo en lo que atañe a lo edilicio, pero se instaló multiplicada por millones en los hogares de cada docente, de cada auxiliar, de cada alumno.
Eso importó un aprendizaje que normalmente hubiera necesitado de meses o años y que en la realidad debió simplificarse a días, o aún más a horas y minutos por la urgencia de la situación.
Hubo un antes y un después, hubo un acercamiento obligatorio de padres y educadores, de familias de educadores con su trabajo. Hubo cesión de tiempo, de lugares y de voluntad por parte de todos.
La huella que la educación deja normalmente en los alumnos está quedando indeleble en cada rincón donde hay un estudiante y en su entorno.
Yo en forma particular, no podría entender la vida sin el proceso de educar, que empieza en la casa y se completa en forma sistemática en la escuela, porque ingresé a ese mundo fantástico del aprendizaje a mis cinco años y salí con un estremecimiento del alma a los setenta y dos.
Fui siguiendo huellas de mis grandes educadores, cuando era una niña, una adolescente y una novata en la enseñanza y abrevé en el pozo de sabiduría de directoras y compañeros que me señalaron el verdadero camino.
Huellas que no fueron gratis.
La función docente junta aprecio, afectos y también grandes humillaciones cuando se desprecia su labor esencial, que todos reclaman pero casi nadie valora.
Esas alternativas tan gratificantes o tan degradantes, han sido el camino elegido por los valientes a quienes rendimos homenaje en este día: Adriana Depetris, Isolina Olano, Norma Ortiz, Rosana Baggini, Nilda Matellán, Elda Intra, José Luis Scarpelli y Roberto Ramos.
La pandemia ha aclarado muchas cosas y oscurecido otras y en ese claro oscuro quedó al desnudo la necesidad de una disciplina de vida, porque el obstáculo más grande para la prevención fue la ausencia del cumplimiento de normas, que demasiado frecuentemente se presentaron como el cuco de la libertad.
¡Pobre disciplina, tan necesaria para vivir en armonía y tan ausente cuando urge, por su falta de ejercicio! En el desorden no se puede pensar, no se puede crear, no se puede vivir.
El desorden es la injusticia misma.
Un gran abrazo a los familiares de los maestros fallecidos y un recuerdo lleno de agradecimiento para ellos unidos en el sentimiento.
Que todo, hasta lo no tan bueno, sirva de experiencia aleccionadora y deje huellas tan humildes y profundas como las que ellos dejaron.
*Palabras de Raquel Piña