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miércoles, diciembre 11, 2024
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El deporte y la tecnología… un romance turbulento / Por Omar Emín (*)

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Cuando el mes anterior en círculo de amigos, familiares, conocidos y lectores con fuerte adicción a esta columna, adelanté el próximo tema a desarrollar, me llovieron un montón de comentarios negativos y no encontré mucha onda para aceptar la aplicación de la tecnología en el deporte, principalmente en el futbol. Contra todos los obstáculos, decidí abordar el tema, tomando al azar ciertos eventos deportivos que persistieron como misterios a través de los años, básicamente porque no existía tecnología aplicable para desentrañarlos mas allá del ojo humano, fotografías y filmaciones de baja calidad, que permitieran dilucidar alguna situación controversial.

Se desarrollan a continuación algunos recuerdos de mi memoria imperfecta, mejorados en algunos casos, por la búsqueda de la información puntual, cuyo desenlace hubiera sido probablemente distinto, con la aplicación de la tecnología.

El 9 de diciembre de 1962, una fecha antes de finalizar el campeonato de primera división, Boca Juniors le ganó a River Plate en un partido decisivo por 1 a 0 y agregó una estrella más a su escudo. El citado partido quedó en el recuerdo –más que por el campeonato obtenido-, por el penal que el arquero boquense le detuvo al mediocampista brasileño Delem, adelantándose unos metros. Ante el airado reclamo de los jugadores riverplatenses, el árbitro de ese partido cortó de raíz la iniciativa con una frase matadora «penal bien pateado es gol». Esta jugada, tan polémica como inolvidable, se discutió por años (¡si!, por años) en las publicaciones especializadas del momento (recordar que los medios de esa época eran preponderantemente gráficos), alimentando la polémica y repitiendo lo mismo toda vez que se cumplía un aniversario o se realizaba alguna edición especial de momentos destacados del deporte. En realidad, en todas las fotos de la época y en algunas filmaciones blanco y negro de baja calidad, puede apreciarse que el arquero se adelantó dando dos pasos de gigante.

La controversia jamás se esfumó. Delem pagó caro el precio de haber fallado un remate decisivo, Antonio Roma se convirtió en el héroe eterno y el árbitro dejó para la memoria colectiva la imperecedera frase, ya mencionada.

Un poco mas adelante en el tiempo, el 30 de julio de 1966, la Inglaterra de Bobby Charlton y la Alemania de Beckenbauer, se enfrentaban en la final del Campeonato Mundial. Inglaterra lo tenía ganado en los ’90, pero en el último instante los alemanes, siempre tan resistentes a la derrota, empataron el partido y llevaron el juego al tiempo suplementario. En la jugada de la que se habló por mucho tiempo, Geoffrey Hurst pateó al arco desde el vértice del área chica, el balón se estrelló en el travesaño, picó en el piso y volvió al campo de juego, donde un jugador alemán la mandó al corner. El árbitro consultó al juez de línea, debatieron un momento y el árbitro marcó el centro del campo. Si bien se disponía de mayor caudal tecnológico, los sistemas de televisión y las fotos obtenidas, no permitían discernir si había sido gol o no. Mucho mas tarde, en 1995, un estudio de la Universidad de Oxford determinó que el balón no había entrado. También aparecieron fotos con el balón marcado con cal, muy visibles en el cuero anaranjado con el que se disputó el partido. Se tejieron muchas historias respecto de quienes eran los responsables de arbitrar el partido, entre ellos el árbitro ruso que oficiaba de juez de línea y que había formado parte del ejército rojo en la Segunda Guerra Mundial, quien dio por válido el gol ante el árbitro principal.

Merece ser destacado, que los postes de los arcos de Wembley eran ovales, por cuanto el rebote de un balón en ellos podía salir para cualquier lado; había también una historia de un «no gol» de Oscar Mas en el partido de cuartos de final del Mundial 1966, cuyo disparo se estrelló en un poste y cayó mansamente en las manos del arquero inglés.

Como dato anecdótico, cabe destacar que cuando se demolió el viejo estadio de Wembley, se preservó el travesaño de ese arco, que es expuesto en el museo de homenaje al estadio dentro de un rectángulo metálico. Al llegar allí, el guía pregunta si hay algún alemán entre los visitantes, seguramente para modificar el relato. Desde el continente, los alemanes no se quedan atrás, con oportunidad del brexit, desplegaron una serie de ofertas para que los ingleses no abandonen la zona, a saber: «dejar de hablar de las orejas del príncipe Carlos», «buscar un malo para las películas de James Bond» y…» reconocer el gol de Wembley».

El 22 de diciembre de 1968, a los 82 minutos del partido que jugaban River Plate y Vélez Sarsfield, el jugador de Vélez, Gallo detiene con la mano el cabezazo de Recio, jugador de River, que con ese gol era campeón después de diez años de sequía. El árbitro era Guillermo Nimo, quien no cobró el penal correspondiente, finalizando el partido 1 a 1, dando el campeonato a Vélez. Las fotos eran muy claras, el juez de línea tampoco dudó, vio el penal y salió a buscar su colocación por detrás de la línea de fondo. Este partido también generó polémica, aunque no tanta como los episodios anteriores, ya que quedó como una falla arbitral, documentada en todos los medios periodísticos.

El 11 de septiembre de 1977 Guillermo Vilas jugó la final del U.S. Open contra Jimmy Connors y triunfó en cuatro sets. Durante años, el perdedor sostuvo que la pelota del último punto, que fue marcada afuera, había entrado, circunstancia que no le había permitido remontar el 5 – 0 con el que iba perdiendo el último set. Si bien no había ojo del halcón y Vilas festejó adelantado a la decisión del juez, es de un optimismo excesivo pensar que podía levantar semejante tanteador, ante quien era el mejor jugador del mundo ese año.

No podemos dejar de mencionar «la mano de Dios» de Diego Maradona, tomada desde diferentes ángulos por diferentes cámaras y fotografías y aún subsisten dudas; así como también «el penal» que en la final del Mundial 1990 comete Sensini sobre Rudi Völler.

A nivel local y disputándose la última fecha del campeonato de 1972, en la cancha de Eclipse, se enfrentaban el local y Sportivo. Era un sábado y al día siguiente se jugaba el resto de la fecha. Si Eclipse ganaba podía definir el campeonato con Ingeniero White, que era el seguro ganador del día siguiente contra Atlético Charlone.

Abrió el marcador Eclipse (Daniel Betanzo de cabeza) y luego de transcurrido casi todo el partido, Sportivo ganaba 3 a 2; faltaban pocos minutos y en el arco que da al Parque Municipal, tras un centro desde la izquierda a media altura (de esos que no sabes con que pegarle), Carlos Terry empuja el balón al fondo del arco entrando por el segundo palo. La parcialidad local festejó el gol como era costumbre en esa época, entrando al campo de juego y abrazando a los jugadores; mientras el equipo visitante reclamaba «mano», lo que motivó el ingreso de su parcialidad con prolongados cabildeos entre el público, los jugadores, la terna arbitral y la policía, en una escena digna de «deportes en el recuerdo». Ese día estuvimos hasta tarde en la cancha; cuando salió el árbitro de los vestuarios, la planilla firmada indicaba 3 a 3, dando por finalizado el partido. Sportivo festejó, creyendo (por algún momento) haber ganado el encuentro y al día siguiente Ingeniero White ganó su partido y fue campeón, en lo que sería el último título de una seguidilla que había comenzado a fines de la década anterior.

Lo mas significativo de este encuentro, además de la polémica por el empate, fue que a partir de 1973, a causa de los hechos mencionados, los campos de juego de la Liga debían tener alambrado olímpico, abandonando –en General Villegas al menos-, los postes de madera unidos por cadenas o por un poste transversal.

Los eventos descriptos, así como otros que pudieron haber tenido relevancia mayor o menor u ocurrir en otras disciplinas deportivas; generaron polémicas y discusiones eternas, fogoneadas casi siempre por el periodismo especializado que con el advenimiento de la tecnología, pierde o teme perder en algún modo la capacidad de atención ante la certidumbre que genera la aplicación de la misma.

Dante Panzeri siempre decía que a través de El Gráfico se instalaban temas en la gente (fracaso en el Mundial de Suecia 1958, sensación de robo en el Mundial 1966 con la expulsión de Rattin y la escena de los chocolates o logros deportivos en general relatados como batallas épicas) a fuerza de insistir sobre los mismos en cada ocasión que se presentara (aniversarios, ediciones especiales). Esto generaba una corriente de opinión en base a ese evento (recordado hasta el cansancio) que contenía innumerables subjetividades, dando carácter de hazaña a eventos normales y enfatizando derrotas como terribles fracasos.

La tecnología no puede ser descartada de nuestras vidas y su entrada al mundo del deporte que nos agrada debería ser bienvenida, solo que en algunos casos, el reglamento quizá deba ser modificado, siempre que no desnaturalice el espíritu del deporte original.

En deportes como el tenis, las dimensiones de todos los elementos son bastante pequeñas, por lo tanto las definiciones de puntos están dadas en factores milimétricos, cosa que en futbol, con dimensiones mucho mayores, no necesariamente ocurre lo mismo; recordar que en aplicaciones recientes de la tecnología, se anuló un gol buscando una infracción y encontrando un offside «de rodilla». Si pretendemos aplicar la tecnología en el futbol de manera eficiente, quizá debamos modificar la ley del offside, porque de lo contrario aparecerán goles anulados por offside «de pestaña», «de codo» o «de rulo» para los que usan abundante cabellera.

(*) Omar Emín es Licenciado en Administración y Contador Público. Colabora en medios de comunicación en temas fiscales, laborales y económicos en general. Socio fundador de Echenique, Emín, Albín & Asociados, firma dedicada a trabajos profesionales de carácter administrativo, laboral, contable e impositivo. Se desempeñó en el ámbito educativo universitario, terciario y secundario, con algunas experiencias en educación a distancia en el nivel universitario.

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