Martín Gaviña tiene 28 años, es villeguense y, a poco de terminar de estudiar Ingeniería Industrial, trabaja como DJ, actividad por la que hace unos días estuvo en el casamiento de Ricky Montaner -hijo del cantante Ricardo Montaner-, que contrajo matrimonio con la argentina Stefi Roitman.
«No era el único, éramos tres, pero sí, me tocó pasar bastante música», le dijo a ACTUALIDAD; y agregó que «fue una fiesta espectacular. Un día de mucho calor, el lugar impresionante y una oportunidad increíble».
La fiesta se realizó en Exaltación de la Cruz, «en un salón que se llama ‘El Dock’, que viene siendo muy premiado y hace algo más de un mes lo premiaron como el Mejor Salón de América. La verdad que es increíble, las instalaciones son difíciles de comparar con cualquier otro lugar, porque es impresionante».
El acontecimiento tuvo protocolos a seguir. «Hubo muchos hisopados a la entrada. Creo que casi nadie dio positivo; y quien lo fuera se tenía que ir, no podía entrar. Y por una cuestión de privacidad los celulares de los invitados quedaron en un locker, porque no querían que trascienda nada de esa noche. Los que estábamos trabajando sí podíamos tener teléfono, pero teníamos una clara bajada de línea de no usarlo. Había que respetarlo y me pareció perfecto, porque sino trasciende todo con mucha velocidad», comentó el villeguense.
«Fue una fiesta muy linda, muy familiar, eran todos amigos, muy cercanos y fue muy genuina en ese sentido. En varios momentos miraba y no podía creer donde estaba. Fue una oportunidad muy linda, un gran desafío que por supuesto me generó un poco de nervios. Si bien ya hemos hecho muchísimas fiestas, esta era distinta, especial, con el condimento de que eran artistas internacionales. Lo viví con mucha expectativa. Lo disfruté mucho e intenté dar lo mejor, como en cada fiesta», agregó.
¿Cómo nació este gusto por la música y por trabajar de eso?
Si miro para atrás no era algo que dije: ‘quiero ser DJ’ y apunté hacia ahí, sino que se fue dando de a poco. Arranqué a pasar música hace unos siete años, creo que la primera vez fue en 2015. Empecé en boliches y en fiestas con amigos villeguenses y la verdad que les estoy muy agradecido, porque yo no sabía este lado de la música hasta que no lo vieron ellos. Y los voy a nombrar: «Nacho» Battistino, Gastón Baruscotti, Gonzalo Grippo y Cristian Torres. Siempre haciendo fiestas en Villegas, en boliches en Buenos Aires, hice un curso y empecé en lugares más grandes de Capital. Después me llamaron de la empresa donde trabajo ahora, que se llama Sarapura, bastante grande dentro del rubro, que hace muy buenos eventos, se ocupa de DJ principalmente y también lo que es producción de eventos. Se fueron dando distintas circunstancias, trabajando en un lugar y en otro; ahora estoy en el equipo de uno de los dueños y vamos haciendo fiestas por todo el país. La verdad que se disfruta muchísimo y aprendo mucho. Cuando uno pasa del mundo de los boliches al de los eventos sociales (casamientos, cumpleaños, corporativos y otros), tenés que aprender estilos musicales que uno no conocía, así que fue una gran escuela y hoy por hoy estoy trabajando ya como DJ profesional.
Y esto, a su vez, hace que vayas conociendo cantidad de lugares, de personas y que vayas incorporando nuevos contactos en tu trabajo.
Realmente me ha dado unas oportunidades increíbles. Nunca imaginé que iba a estar pasando música en los lugares donde estuve. Soy tremendamente agradecido por eso. Y sí, nos ha tocado por todo el país, Entre Ríos, Salta, Neuquén, también alguna que otra en Uruguay. La verdad que por todos lados y se lo agradezco a la música y a quienes acompañan. Eso es espectacular, la gente que está cerca y que tira buena onda es sumamente importante; y hace que uno siga con ganas de ir para adelante y seguir haciendo esto que tanto nos gusta.
¿Qué pesa más en la balanza? ¿Ingeniera Industrial o el DJ?
Las dos. Quiero ver dónde puedo unirlas, las dos son importantes en distintas medidas y me encantan. La música es algo que disfruto tremendamente y la ingeniería es más una herramienta para la vida.
¿Qué es lo menos agradable que te ha tocado vivir como DJ y qué lo más lindo?
Por ahí alguna fiesta muy particular, con un estilo puntual, donde uno no se siente tan cómodo y tiene que «tunearse» para la ocasión. Una fiesta que no sale como querés y tenés que remar para poder llevarla arriba y que sea un fiestón. A veces pasás muchos nervios y transpirás, pero después las cosas se van acomodando y todo fluye. Algo de ese estilo, no estar tan cómodo con alguna fiesta que no esperaba que iba a ser como fue. ¿Lo más lindo? Conocer lugares y gente increíble. Es un rubro bastante cansador, porque se trabaja mucho de noche, pero hay personas muy apasionadas haciendo las cosas, dejando todo.
¿Y después de la fiesta de Montaner qué se viene?
Mi idea siempre es seguir mejorando, aprendiendo distintos estilos. Considero que nunca se termina de aprender. El que cree que sabe todo pierde. Considerar cada uno de estos eventos como una oportunidad para aprender y para ser más completo en lo que uno hace. Me gustaría seguir viajando y poniendo música en lugares distintos que no conozca. Me divierte mucho poder conocer el país haciendo lo que me gusta.
¿El exterior está dentro de esas posibilidades?
De hecho este año se iba a dar la primera oportunidad. Me tocaba ir a pasar música a un casamiento en Suiza, en Los Alpes; y por el tema de la pandemia no se pudo. Me gusta pensar que en algún otro momento se pueda llegar a dar. Esto es algo lindísimo, como para tomárselo con tranquilidad e ir aprendiendo a través de la experiencia. Las horas de vuelo en este trabajo son cruciales, es lo que más te aporta y te enseña. Quien esté empezando que aprenda y sobre todo se divierta, porque es la mejor manera de aprender.