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jueves, diciembre 12, 2024

Desde Banderaló a la escuela de Casillas, en Jujuy: «Dejamos mucho, pero no nos vinimos vacíos, nos vinimos llenos»

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La docente jubilada, ex directora de la Escuela N° 6 de Banderaló, Analía Castignani, viajó junto a su esposo, Carlos, a la provincia de Jujuy en el marco de una actividad solidaria que compartió con el villeguense Nicolás Soria, su mujer Paola y sus hijos, Benjamín y Santino.

Una iniciativa que nació casi por casualidad -aunque Analía no cree en las coincidencias-, que se pensó, se puso en marcha y, a través de la colaboración de mucha gente, se logró llevar a cabo en la escuela de Casillas, con habitantes aborígenes que viven en la zona, olvidados. «Pero ellos también son argentinos», le dijo la banderolense a Actualidad.

Casillas «se encuentra entre Nazareno e Iruya, más cerca de La Quiaca que de Humahuaca, al norte y centro de la provincia de Jujuy. Inclusive muchas veces no se encuentra en los mapas», comentó Analía. Y aclaró que «no se trata de un pueblo en sí, sino de una escuela que tiene 12 alumnos que viven en la zona aledaña, entre las montañas. Hay unos 40 kilómetros de ripio hasta Humahuaca, con lugares muy poco accesibles por los que había que circular a baja velocidad».

«Siempre nos enganchamos en este tipo de proyectos», sostuvo, haciendo referencia a ella y Carlos, su esposo. Ambos tienen una mezcla de aventura y ayuda al prójimo. «Si bien sabemos que no le vamos a cambiar la vida a la gente con un día de asistencia, porque no está en nuestro poder hacerlo y no nos corresponde tampoco, sabemos que podemos cambiarle un día, que fue distinto para ellos», expresó.

Cómo nació esta aventura (que se suma a otras en distintos lugares del país)

«Una vez que fuimos a Humahuaca, Carlos se puso a charlar con una chica que venía caminando. Le contó que era portera de una escuela perdida, lejos de Humahuaca; y que había llegado allí para hacer unos trámites. Le comentó también que tenían como seis horas de viaje caminando hasta el primer pueblito, que es Iturbe y de ahí se tomaba un colectivo hasta Humahuaca».

Carlos, entonces, «le empezó a preguntar cómo estaban, qué necesitaban. Lo primero que le dijo fue: bicicletas, porque los nenes que concurren a la escuela lo hacen caminando y tardan dos horas en llegar a su casa. Ahí empezó todo», agregó.

La institución tiene dos porteras y dos docentes. «Una es la directora, que tiene a cargo todos los grados, algo muy común en las escuelas rurales; y la otra es técnica agropecuaria, que implementó el cultivo de la tierra como una forma de sobrevivir, porque Jujuy es un lugar bastante árido donde la gente consume lo que produce en quintas, huertas y granjas», relató Analía.

La técnica agropecuaria de Casillas «hizo una especie de invernáculo muy económico, con lo que iba encontrando. Por ejemplo, en el techo tiene botellas que lo hacen más térmico y allí le enseña a los chicos a cultivar», continuó; al tiempo que comentó que tanto docentes como personal auxiliar viven allí de lunes a viernes, día en que «se van en una trafic. Pero en la semana están en una casita muy precaria, hecha de adobe, donde no tienen las condiciones mínimas cubiertas. Sí cuentan con electricidad y eso es importante».

Villeguenses involucrados: la familia que quiso ser parte

Conociendo toda la historia, Analía y Carlos pensaron en ayudar. Y se pusieron «en campaña» para conseguir las 12 bicicletas que la portera había comentado.

Así fue que «llegamos a un lugar, en Villegas, de la familia Soria, Nicolás y su señora Paola, que tienen una bicicletería en la calle Belgrano. Él se ofreció gentilmente a acomodar las bicicletas que, en general, nos regalaron casi impecables, pero al ser usadas es lógico que tengan cierto desgaste en sus ruedas. Nico se ofreció gratuitamente para hacer eso. Su mujer se adhirió también a la causa e incluso le acercaron otras cosas, como gorritos de lana y juegos didácticos», relató la banderolense.

Pero la joven pareja fue más allá, porque «involucraron en el viaje a sus hijos, Benjamín Y Santino. Nico y Paola quisieron que los chicos conocieran otras infancias, otras realidades, tan distintas a las que vemos en nuestra zona. Allí se conforman de otra manera, no piden tanto. Nuestro primer gracias es para ellos, que se ‘engancharon’ en este proyecto y lo disfrutaron. Ellos terminaron sacándose sus cuellitos y los regalaron, también su pelota de fútbol», añadió Analía.

«Fue todo muy emotivo. Vivimos una aventura muy nutritiva por dentro», reflexionó la docente jubilada, que no dejó de agradecer las donaciones que hizo la gente para que esto pudiera concretarse. «Bicicletas en excelente estado, cacerolas, vasos, ropa, material y juegos didácticos, cartucheras nuevas llenas de todo, gorros, golosinas, leche en polvo… Un montón de cosas».

«También queremos agradecer a María Bereziartú y al comisario Carlos Ortellado, porque ellos también se adhirieron a esta causa y colaboraron desde su ángulo de acción. A todos los que estuvieron de una u otra manera. Mil gracias para todos, porque nosotros somos la cara visible pero detrás nuestro hay muchos. Nos ayudan a ayudar», añadió.

La causa continúa

Analía aseguró que este no será el último viaje a Casillas. Mucho menos se quedarán quietos después de la ayuda que llegó a la escuela perdida en la provincia de Jujuy.

«Seguimos reuniendo cosas: ropa, zapatillas, alimentos no perecederos, guantes, camisetas o calzas térmicas, ruedas de bicicletas (para seguir reponiendo porque los caminos allí son muy dificultosos). En algún momento vamos a volver e, inclusive, tenemos la posibilidad de mandar encomiendas. Todo nos sirve», dijo Analía.

Y en este sentido aportó los teléfonos para comunicarse, que son: 15677709 (Analía) y 15671007 (Carlos).

«Esos niños que están en un rincón de nuestra Argentina, están olvidados, pero son argentinos. Y tienen el mismo derecho de aprender», añadió, soñando con que también les llegue, por qué no, una computadora o un proyector, teniendo en cuenta que tienen servicio de energía eléctrica.

Analía y Carlos ¿los padrinos?

Fue la idea que les expresaron. «Para nosotros es un gran honor, pero desconozco cómo es la burocracia de Jujuy en el sistema educativo. Imagino que llevará trámites previos, pero al ser padrinos vamos a quedar más ligados y de una u otra manera vamos a llegar», sostuvo.

«Son 1.500 kilómetros. O llegamos nosotros, o llegan las encomiendas, pero vamos a llegar. Vamos a seguir trabajando para esos niños, porque fue emocionante», agregó la banderolense.

«La experiencia nos caló muy hondo. Dejamos mucho, pero no nos vinimos vacíos, nos vinimos llenos. No es novedad lo que digo. La gente que hace este tipo de acciones lo sabe. Vamos a volver», aseguró al final.

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