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sábado, noviembre 2, 2024

Germán Piñas: Entre la pasión por la ciencia y la añoranza de las sobremesas argentinas

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Cinco de la tarde en Salt Lake City, Utah, al oeste de las Rocallosas como suele referirse a ese territorio de los Estados Unidos, lugar que se acaba de anunciar como sede de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno de 2034.

Germán Piñas, doctor en Microbiología y Licenciado en Bioquímica Clínica terminó hace unos minutos su labor del día en el Laboratorio de Salud Publica de Taylorsville, ciudad del condado de Salt Lake, apenas a unos diez o quince minutos de su casa.

Podría tratarse de la vida de cualquier ciudadano estadounidense promedio, salvo que Germán es villeguense e hizo su escuela secundaria en el Colegio Nacional, lugar del que recuerda a los profesores que lo inspiraron.

El año pasado fue noticia de ACTUALIDAD cuando fue reconocido en el Concejo Deliberante por las investigaciones centradas en las bacterias patógenas humanas Streptococcus pneumoniae y Escherichia coli. S. pneumoniae, difundidas por la comunidad científica internacional.

Tras la obtención de su título de Licenciado en Bioquímica Clínica en la Universidad Nacional de Córdoba, recibió becas del CONICET y logró un doctorado en Microbiología. Ha publicado artículos en revistas internacionales especializadas como Journal of Bacteriology, Science Signaling y Journal of Antimicrobial Chemotherapy.

Con todo ese bagaje de laureles de honor, el profesional de 43 años fue el protagonista de la última edición de GPS villeguenses por el mundo, programa conducido por Esteban Mutuberría en radio Actualidad.

Cree que su inclinación por la bioquímica comenzó en el secundario porque siempre tuvo «cierta preferencia y facilidad para materias como química, física, matemática y me gustaba mucho biología y la bioquímica es un poco de todo eso.»

Otoño en Salt Lake City

En medio del paisaje de Salt Lake City, suena su voz con acento cordobés, un sello que lleva puesto gran parte de los jóvenes que llegan a estudiar. Allí compartió pensión con Luciano y otros chicos, pero recuerda que «me la pasaba sentado estudiando», lo que le valió egresar de la Facultad con el Mejor Promedio.

«Fui abanderado de la facultad de la carrera Bioquímica en esa promoción pero nunca fue el objetivo. En realidad, tengo la tendencia a hacer las cosas bien o no hacerlas, no tengo término medio, siempre me esforcé para tratar de hacer lo mejor posible», tratando de justificar que el promedio de las notas reflejaban esa dedicación extrema a lo que le apasionaba hacer, que en ese momento, era estudiar.

Consiguió el doctorado en Microbiología en el departamento de la facultad de Ciencias Químicas, donde funcionan los laboratorios de un instituto interno que es parte del CONICET (CIQUIBIC) y fue «gracias a esas becas que pude empezar y terminar el doctorado», afirma.

Tomar la decisión de irse a los Estados Unidos no fue fácil. Tras obtener el doctorado, permaneció dos años en el mismo laboratorio y fue cuando llegaron su pareja primero y tres hijos después. Casi nada. «Fue más complicado que el doctorado», dice sonriendo.

Con la pareja doctorada, solo les quedaba continuar buscando posiciones de científicos, pero en ese momento el CONICET tenía cerrados los cupos desde el año anterior y había que empezar a buscar opciones.

«Al no conseguir algo en el país, la idea fue buscar en el extranjero, generalmente otro postdoctorado, siempre con la idea de volver. Acá había un profesor que necesitaba un microbiólogo y empezamos todas las tratativas alrededor del mes de mayo y para septiembre del 2011, me vine a la Universidad de Utah con toda la familia», sostiene.

Su esposa Soledad se especializa en biología celular, más aplicada a genética y células humanas. La familia de la pareja los alentó en toda la carrera. Germán asegura que «tanto  mi familia como la de mi señora tenían tristeza, pero nunca nos dijeron quédense, siempre nos apoyaron. Estamos eternamente agradecidos y a la distancia seguimos hablando constantemente.»

El desarraigo

Según manifiesta, al principio costó mucho el desarraigo, pero hay ocasiones en que hay que hacer de tripas corazón y pensar en lo que es mejor.

«Hasta que hicimos conocidos y amigos, costó bastante. La sociedad es un poco más fría, más distante, no es la misma calidez. Cuando uno está tratando de adaptarse, necesita un poco más de contención y eso no se encuentra mucho al llegar», expresa el villeguense.

En cambio, Francisco (17), Joaquin (15) y Emma (13), «eran chiquitos y se adaptaron rápido. El más grande tenía cinco años y empezó el jardín acá. Había algunos problemitas porque Francisco andaba dando besos y abrazos a todo el mundo. Ellos venían de otra cultura, de otra forma y eso fue lo más difícil», señala entre risas. No es sencillo quitarse el ser argentino, sentimental y demostrativo de encima.

Los menores estuvieron con su mamá en la casa hasta que ella empezó a trabajar también, por eso «ya son casi cien por ciento norteamericanos», asegura.

 

Ski City

El microbiólogo cuenta que Salt Lake City es un valle grande rodeado de montañas. A esta altura del año están en otoño, muy cerca del invierno cuando abunda la nieve, aunque «todavía no ha empezado a nevar.» El clima, especialmente en el oeste, es desértico o semiárido.

La zona es famosa por los centros de esquí, aunque «como no esquío, el invierno pasa desapercibido», bromea.

Según dice, «algo que tiene esta ciudad particularmente (Salt Lake City) es que es grande, pero a su vez, dependiendo donde quieras ir, estás a 20, 25 o 40 minutos de centros de esquí muy buenos para la gente que vive acá y para el turismo. No hay ciudades grandes muy cerca de las zonas de esquí o de montaña y eso es bastante particular», afirma.

Es una urbe de unos 2 millones y medio de personas, lo que supone mucho movimiento. Sus centros turísticos de esquí de clase mundial le otorgaron el apelativo de «Ski City» (Ciudad del esquí).

Viajes de visita

En 2019 visitó Argentina pero no estuvo en General Villegas porque «hice base en Córdoba donde vive la familia de mi esposa y además mis hermanos todavía estaban estudiando allá y mis viejos fueron los que viajaron.» Cree que la última vez que pisó tierra villeguense fue antes de emigrar, en el 2011.

De todas formas, consuela a familia y amigos diciendo que «estoy planeando un viajecito a Villegas, es algo que tengo pendiente.»

Lo que más extraña sin lugar a dudas son los afectos y echa de menos «la vida de club, porque eso no se ve mucho. Tener un lugar donde realizar actividades deportivas, un lugar donde juntarse, estar con amigos, la vida de pueblo, de barrio, acá no está, no existe.»

La costumbre del programa es dar a elegir la música que sonará durante las pausas de la conversación con el entrevistado. Germán dice que no escucha tanta música sino que elige programas de radio argentinas. Sin embargo, la música es para él un indicador de su estado de ánimo, de su humor o le sirve para enmarcar un contexto.

Por eso eligió una canción que solía cantar su mamá y un clásico de Soda Stereo, «por su proyección internacional» y destaca que «donde vayas acá, sobre todo entre gente de habla hispana, el referente musical de Argentina, es esa banda.»

Y no faltó la anécdota sobre la Ciudad de la Furia: «tenemos vecinos que trabajan en un centro cultural y siempre viene gente a tocar. Un día de verano escuchamos que estaba sonando Soda. Era una banda haciendo un cover en el patio de esa casa.»

La vida profesional

Respecto de su vida profesional y laboral, comentó que estuvo haciendo «investigación básica en la Universidad de Utah por casi 10 años», que fue «básicamente lo mismo que hacía en Argentina», pero el hecho de participar en «congresos y conferencias permite conocer otras partes de los Estados Unidos donde se interactúa con mucha gente», expresó.

Sobre el tiempo que pasa en el laboratorio, explicó que «la mayor parte del trabajo es solitario, pero para quien le gusta y quiere descubrir cosas, es interesante y te mantiene motivado, porque nada es repetitivo ni aburrido. Siempre estás con nuevas ideas, nuevos proyectos. Eso lo lindo de hacer ciencia e investigación.»

En la actualidad, trabaja en el Departamento de Salud del Estado de Utah y su tarea es «más lo que es testeo que investigación, proveemos servicios», señala.

Como microbiólogo del Estado, está a cargo de un grupo grande de gente, pero indicó que «lo que estoy haciendo es un poco más rutinario.»

Científicos made in

En lo concerniente a la labor científica en ambos países y en qué radican las mayores diferencias, Germán apuntó que «en Estados Unidos tienen mucho más recursos, es por eso que las ideas y los proyectos se mueven más», sin embargo, destacó que «el científico argentino es muy valorado en todos lados», al tiempo que comentó que «todos los profesores coinciden en que los mejores investigadores que han tenido en sus laboratorios han sido argentinos.»

«El hecho de no tener recursos hace que uno deba ponerse más inventivo y más creativo, porque los problemas se pueden resolver sin tener que de gastar mucho dinero. Eso acá se valora muchísimo», advierte.

Agregó que «los doctorados argentinos tienen mucho mejor nivel en líneas generales que lo que he visto de los formados en Estados Unidos.»

Remarcó que la diferencia «se hace en el postdoctorado, porque se necesita hacer ciencia de mucho más impacto y ahí los recursos se vuelven fundamentales. En Estados Unidos se cuenta con todos esos recursos.»

La realidad argentina desde USA

A propósito de su opinión acerca de la situación de nuestro país, especialmente del CONICET, que ha sido centro de polémicas en el último tiempo, el villeguense sostiene que «desconozco cuál es la situación actual» del organismo y manifiesta que «aquí existe algo parecido, que es el NIH (Instituto Nacional de Salud), que es muy competitivo, es muy difícil entrar. La mejor ciencia de Estados Unidos sale de allí.»

«Creo que el CONICET necesita ser un poco más estricto y selectivo en lo que hace y va a necesitar recursos siempre. Más allá de quien sea el nuevo presidente, tiendo a ser crítico y me gusta que las cosas sean más eficientes», afirma.

Al mismo tiempo, sostiene que «hay que empezar a a desmenuzar y ver qué debería continuar y lo que habría que acomodar. Siempre he sido crítico desde ese punto de vista.»

El milagro argentino

En relación al panorama económico argentino, inverosímil para la forma de vida de un ciudadano estadounidense por los altísimos índices de inflación, Germán menciona la recuperación tras la crisis del 2001, «Argentina fue un ejemplo sobre cómo mejoró y esperemos que ahora pase lo mismo.»

El científico trae a colación que un vecino griego le contaba que en su país «querían seguir el ejemplo de Argentina y era el modelo para recuperarse de una crisis económica gravísima.»

La mayor diferencia: los afectos

Al hablar sobre qué diferencias hay entre los estadounidenses y los argentinos, Germán es directo: la mayor diferencia es la forma de ser.

«Son mucho más distantes afectivamente, incluso con sus familias y amigos, el vínculo no es tan fuerte como el nuestro. Los argentinos damos hasta un riñón por un amigo, eso acá no va a pasar», enfatiza.

Esa religión que tenemos los argentinos de reunirnos y pasar tres o cuatro horas conversando en un sobremesa, no existe. «Los amigos vienen, comen una hora, una hora y media y se van a su casa. Eso es bastante distinto», destaca.

En cuanto al lado positivo, donde nosotros patinamos, señala que aunque no son aplicados como los alemanes, «su vida gira en torno al trabajo y se toman muy en serio ser eficiente y tratar siempre de mejorar. Es su forma de ver las cosas.»

El básquet

Si bien no practica ningún deporte, de alguna manera añora el basquet de los años dorados de Michael Jordan, y algo de lo que hizo Kobe Bryant o Shaquille O’Neal y cree que la práctica ha cambiado mucho, sobre todo en la NBA, porque «se ha puesto muy físico.»

Confiesa además que «dejé de jugarlo hace mucho tiempo, creo que en Argentina fue la última vez que practiqué.»

Las costumbres

Hay cosas que golpean en todos lados. «Hace rato que no como asado, está muy cara la carne acá», comenta sonriendo, mientras en suelo argentino seguimos haciendo malabares para salvar las costillas del domingo a las que nos cuesta renunciar.

El mate nunca falta. Mañana y tarde es compañero obligado, sobre todo porque ayuda a mantener el otro hábito imposible de soltar, que es cenar tarde. El norteamericano come muy temprano pero Germán repite «no puedo hacerlo antes de las ocho de la noche.»

En su casa se hacen empanadas, postres y tortas argentinas. Como buena cordobesa, Soledad no se olvida del fernet, por lo cual los suegros, que van a viajar pronto a visitarlos «ya tienen la botella en la valija.»

La familia villeguense

Después de escuchar mensajes con anécdotas y recuerdos de infancia de sus hermanos, el momento más emotivo se dio al escuchar a su papá decir que «estamos orgullosos de tener un hijo como vos» y manifestó la desazón de que no pueda estar su mamá «para escuchar esta entrevista. Qué orgullosa estaría, todos nuestros hijos son excelentes personas!»

Lamentablemente, la mamá de Germán es una de las tantas víctimas que dejó el covid. «Todavía está bastante fresca la herida de haber perdido a la vieja hace poquito, pero papá trata de seguir adelante y saca todo lo positivo que nos dejó», dice lamentando no haber podido viajar durante ese tiempo de pandemia.

Experiencias

El último tramo de la entrevista es para que el invitado cuente alguna anécdota risueña y otra no tanto de su vida fuera de Argentina.

Algo gracioso que les sigue pasando es que «los argentinos comemos mucho tomate y cuando vas al súper y agarrás más de tres o cuatro tomates, la gente te mira sorprendida y te pregunta qué vas a cocinar con tantos tomates», algo que nos resulta insólito a los que compramos de a dos kilos para tener a mano siempre en la heladera.

Otro momento de risas fue que al llegar, sus hijos que eran muy chicos y en plena era de los Transformers, siempre estaban jugando entre ellos «y cuando íbamos a comer se tiraban al suelo entre medio de la gente y se transformaban en auto y teniamos que pedir disculpas y sacarlos de abajo de las mesas.»

Entre las cosas difíciles, subraya la época en que el covid19 atravesó el mundo. «Ese momento fue complicado porque tuve que buscar trabajo y había bastante incertidumbre. A su vez, tuve que tomar la determinación de seguir siendo científico o hacer otra cosa, lo que fue bastante difícil.»

Entre las opciones, también se barajó la posibilidad de «emigrar otra vez, quizá a Canadá o a otro lado de los Estados Unidos, pero la situación en el mundo era de mucha incertidumbre. No creo que haya ha sido tan difícil como cuando decidimos venirnos de Argentina, pero fue complicado», asiente.

Volver

Hablando del futuro y de las raíces que han crecido en Salt Lake City, Germán maneja como una posibilidad latente regresar a la Patria después de retirarse. «Es una posibilidad bastante seria», propone.

Añade que «para esa alturas mis hijos ya tendrían que estar bastante establecidos donde el destino los lleve, pero lo he pensado. Y seriamente. Me gustaría poder pasar la vejez en Argentina.»

Aunque falta mucho para ese retiro, indica que es la idiosincracia en USA «y apenas empiezan a trabajar ya piensan qué van a hacer cuando se jubilen, son previsores y te obligan a pensar y a programar bastantes cosas a futuro.»

Volver a la Argentina después de años de ausencia está escrito en la agenda de la familia. El retorno querido llegará a su tiempo, cuando crean necesario encontrar la serenidad de un rincón tranquilo, en alguna ciudad chiquita, entre abrazos y reencuentros, un mate con la familia, un asado con amigos en una sobremesa eterna y una tarde en algún club, mirando a un par de chicos encestar en un aro de basquet.

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