GPS es mucho más que un simple programa de ACTUALIDAD. Reúne sentimientos, emociones y recuerdos, mediante una comunicación a corazón abierto con sus protagonistas.
En el capítulo número 78, el protagonista es oriundo de Sansinena, pero de corazón y alma villeguense. Vivió toda su adolescencia en General Villegas, pero por cuestiones de la vida debió cruzar el charco y reinventarse en continente europeo.
«No nací en Villegas. Pero tengo mi corazón allá. Familiares y amigos viven ahí. Me siento uno más de ellos», dijo Anibal Merlo, la voz de una nueva edición de GPS. Esteban Mutuberría sobrevuela el Océano y llega a Mallorca para encontrarse con una nueva historia del programa de los villeguenses.
Primeros pasos
Anibal nació en la localidad de América, aunque vivió su infancia en Sansinena, una localidad perteneciente al partido de Rivadavia, ubicada a tan solo 50 kilómetros de General Villegas. Estudió, junto a sus hermanos y primos, en la escuela de Sansinena.
Sin embargo, a los 12 años se trasladó a General Villegas para cursar en el Colegio Nacional, donde hizo todo la etapa secundaria. «Fue difícil porque era chico. Había un internado en la calle Alberti. Volvía a mi pueblo solo los fines de semana», recordó, agregando que en aquellos años era muy común que ciudadanos de localidades vecinas radiquen en General Villegas, por los internados.
«No había que buscar pensión. Estábamos bajo la tutela del colegio. Era cuestión de lo que se hacía en la época. En mis tiempos, íbamos a estudiar a General Villegas. Las siguientes generaciones optaron por América, que creció mucho», explicó Anibal. De aquella aventura por el Colegio Nacional recordó a varios compañeros y dijo que «se ha formado una amistad de muchos años que se volvió madura con el paso del tiempo». Se egresó en el 1989.
Su camino continuó en San Luis, la capital, donde estudió Hotelería y Turismo: «Fue una etapa muy distinta. Sigo teniendo amigos. Pero fue una experiencia que no me gustó. Nunca sentí que fuera mi lugar en el mundo. Me focalicé en el estudio. Mi meta era salir de ahí. Lo hice en tres años. Y me fuí a trabajar».
Si bien su carrera tuvo que ver, Anibal aseguró que la idea de emigrar estuvo siempre en sus planes. «Creo que una de las razones fue vivir en el horizonte, en el campo, y pensar. Siempre miraba y soñaba. Buscaba algo más allá, que nunca llega. Nunca llegas al horizonte», agregó.
Más allá del horizonte
Luego, se traladó a Las Leñas, Mendoza, donde conoció muchas personas turistas. «Ví gente que hacía temporada de invierno en Argentina y luego en el exterior. Me enganché mucho», comentó.
Fue por eso que siguió el mismo camino y, en 1993, buscó escribir su propia historia en Andorra, al límite con Francia. «Uno de mis amigos había estado allí. Él se quedó en Mendoza. Y me dio la posibilidad de que pueda ocupar su plaza de trabajo. Era una de las opciones más rentables. Mucha gente debía buscar en el mapa donde quedaba. No es un lugar muy conocido. Pero es un país alucinante. El idioma es el catalán», recordó.
Andorra es un pequeño principado independiente situado entre Francia y España, sobre los Pirineos. Es muy conocido por sus estaciones de esquí y por su condición de paraíso fiscal que fomenta las compras libres de impuestos. Anibal fue sin trabajo, pero comenzó a desarrollarse rápidamente en una tienda deportiva gracias a su amigo, y luego hizo esquí. Durante cuatro años, hizo temporada en Argentina -trabajaba en hoteles- y Andorra.
Anibal opinó que hoy en día es muy habitual que los jóvenes emigren al exterior. Pero reveló que en aquellos años no lo era y resultaba hasta extraño, lo cual convertía su decisión en un gran desafío personal. «No había celulares y eso hacía que la comunicación sea cada mucho tiempo. El reencuentro no era virtual, sino presencial. Fue difícil. Mi familia lo tomó a su manera. Les dolió porque me fuí, pero siempre me apoyaron», declaró.
Cambios de enfoque
«Yo viví dos etapas de inmigrante», dijo Anibal. En la primera, mencionó que era un trabajador temporal y sin mucho arraigo a Andorra, ya que parecía esfímera cada temporada. En la segunda fase, regresó a España y se estableció de forma definitiva en 1996. «El momento de desarraigo fue ese. Antes no tenía sentimientos de inmigrante. Parecían vacaciones. La sensación de afecto ocurrió cuando llegué a Madrid», expresó.
Finalmente, Anibal decidió terminar con el ciclo temporal en Argentina y Andorra para radicar definitivamente en Buenos Aires. «Hacíamos implementaciones de un software para hoteles, brindábamos información a los usuarios y realizábamos la puesta en marcha del sistema. Con ello, empecé a hacer proyectos en México, Uruguay, Brasil, Bolivia y Argentina. Así estuve un año y medio», contó.
Luego, en una «conversación casual» con la directora de la oficina en Buenos Aires surgió la idea de establecer una oficina de la empresa en España, donde ambos habían tenido un paso años atrás. Tres semanas después de la charla, Anibal se asentó en territorio español. «Todo fue muy rápido. Significó otro golpe para mis padres. Pero hubo mayor apoyo, implícito y explícito», aseveró.
La diferencia entre vivir en una ciudad y en una isla fue muy grande para Anibal. «No me considero un nómade. Por mi trabajo he podido visitar muchos países. Me encuentro viviendo en Mallorca y hago estadías temporales en Dubai. Siempre he tenido un punto para volver. Tengo referencias», señaló.
Proceso de adaptación
«Nunca tuve ningún tipo de discriminación ni rechazo. No se compara con la historia de emigrantes que llegan y no tienen papeles. No fuí empujado por ninguna condición. Lo hice porque quise. No fue fácil para mí, tampoco para mi familia. La vida fluye. Solo hay que mirar para adelante», manifestó. Anibal aterrizó en Madrid con un contrato de trabajo, alojamiento y el permiso de residencia.
Por otro lado, confesó que nunca sintió que se equivocó en su decisión, ni una sensación de arrepintimiento. «Siempre digo que si hacés algo con convicción en su momento, está bien. Con el paso del tiempo, no sirve arrepentirse porque uno lo vive con otra perspectiva e información en la mano. Pero todavía tengo miedo, cuando tenemos que hacer reuniones laborales o encuentros difíciles, por ejemplo. A mí me sigue costando», sostuvo.
Anibal nombró un término importante a lo largo de la charla. Ese es el de desarraigo. «Cuando llegué a Madrid, sentí que era mi lugar en el mundo. Salía a caminar por las calles y parecía que había vivido en vidas anteriores allí. Pero con el paso del tiempo empecé a sentir ese desarraigo, el cual es más fuerte hoy. Puede ser porque me estoy poniendo grande o porque fuí tomando noción de ciertas cosas a nivel familiar. Es un sacrifico. Me perdí muchos momentos», afirmó.
En cuanto a su vínculo con Argentina, recordó que la obtención de la Copa del Mundo en Qatar por el combinado albiceleste «hizo reconectarme con mi país y mis raíces, aunque esa emoción siempre estuvo». Anibal opinó en que el proceso fue a la inversa de lo que habitualmente sucede, ya que «en vez de sentir desarraigo al principio, lo tuve muchos años después».
En este contexto, reconoció que extraña algunas cuestiones que sucedieron en Argentina, pero hace muchos años. «Extraño al país de tiempo atrás, no tanto cosas geográficas ni materiales. Lo que sí sucede es que cada vez que vuelvo, valoro más lo nuestro. En General Villegas se vive muy tranquilo y hay muchas opciones. Rescato la calidad de enseñanza que tuve allá. Del argentino me queda el mate y la música de nuestra época. En el fondo me queda mi forma de ser. Es parte de nuestra idiosincrasia», explicó.
En cuanto a la imagen que tienen los extranjeros de Argentina, Anibal respondió: «Salvo situaciones excepcionales que aparecieron en todos los medios del mundo, como el Mundial en 2022 o el Corralito en 2001, no se está tan pendiente de nuestro país como nosotros pensamos. Lamentablemente, la figura que tienen es la del porteño. En general, se nos ve como capaces laboralmente. El argentino está acostumbrado a arreglarse con lo que tiene. Es un rasgo que nos destaca. Hoy vivimos en una realidad compleja, pero saldremos».
Planes para el futuro
A día de hoy, Anibal confesó que no tiene en claro cuándo regresará a visitar su país. «Siempre digo que voy a ir a fin de año. Pero todavía no lo sé. Tampoco es sencillo. Pero me gustaría mucho volver», esclareció.
«Lo difícil no es irse, sino volver. Me pasa eso. Hace 20 años, volver a Argentina no estaba en mis planes. Pero ahora no lo sé. Todavía no tengo claro mi futuro. No sé si envejeceré del otro lado del charco o en mis tierras. Pueden pasar muchas cosas antes», dijo sobre lo que se viene para su vida.
Conclusión
Una nueva historia que llega a GPS, en el marco de mucha emoción y nostalgia. Los recuerdos se apoderan de cada uno de los protagonistas y la cabeza hace un recorrido por cada desafío afrontado en este largo camino de vida en el exterior.
Porque de eso de trata. El objetivo es recordar a aquellos villeguenses, de nacimiento o de corazón, que por algún motivo debió resignar su estadía en la ciudad para cambiar el rumbo y aire en el extranjero. Una nueva demostración de que, si se quiere, se puede. La voluntad es el mejor antídoto para cumplir los sueños. La casualidad es un invento. La causalidad, no.